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Greta Gerwig se arrepiente de trabajar con Woody Allen: "he incrementado el dolor de otra mujer"

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La actriz y directora, Greta Gerwig, se ha pronunciado al fin por lo que tantas veces le han preguntado en las últimas semanas. A raíz del movimiento me too y Time's Up que ha tomado Hollywood, la ganadora del Globo de Oro por Lady Bird ha dicho que se arrepiente de haber trabajado con Woody Allen en la película de 2012 A Roma con amor

"Si hubiese sabido lo que sé ahora, no habría actuado en la película. No he trabajado con él nunca más, y no volveré a hacerlo", confesó la actriz en una charla con The New York Times. Dice tomarse muy en serio las acusaciones sexuales contra él, y haber reflexionado "profundamente" al respecto.  

La actriz y directora Greta Gerwig afirmó hoy que se arrepiente de haber actuado en una de las películas de Woody Allen y aseguró que no volvería a hacerlo ahora que es consciente de las acusaciones sexuales contra él.

Gerwig afirmó que los artículos que escribió Dylan Farrow, hija adoptiva de Allen y Mia Farrow, le hicieron ver que "había incrementado el dolor de otra mujer" al aceptar trabajar junto a Allen, algo que le "partió el corazón".

En artículos de opinión publicados en los diarios The New York Times y Los Angeles Times, Dylan Farrow acusó a Woody Allen de haberla acosado sexualmente cuando tenía siete años, unos hechos que ya había hecho públicos en 1992 durante el proceso de separación de sus padres, pero sin llegar a presentar cargos.

"Crecí con sus películas, que me instruyeron como artista, y eso es un hecho que no puedo cambiar ahora, pero sí que puedo tomar decisiones diferentes de aquí en adelante", destacó la directora de Lady Bird, una película alabada precisamente por la relevancia de sus personajes femeninos.

Sus declaraciones fueron alabadas de inmediato en Twitter por Dylan Farrow, que afirmó: "Greta, gracias por tu voz. Gracias por tus palabras. Que sepas que son profundamente sentidas y apreciadas".


Ridley Scott pagó 1,5 millones a Mark Wahlberg y solo 1.000 dólares a Michelle Williams por los mismos días de trabajo

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A Todo el dinero del mundo, la nueva película de Ridley Scott, le crecen los enanos. Después de despedir a Kevin Spacey por las denuncias de acoso sexual y contratar a Christopher Plummer en el tiempo de descuento, saltan las alarmas por la brecha salarial entre dos de sus actores principales. 

El diario USA Today denunció que la actriz Michelle Williams cobró bastante menos que su coprotagonista, Mark Wahlberg, por repetir unas escenas tras la marcha de Spacey: exactamente por diez días de trabajo, él recibió 1,5 millones de dólares y ella apenas 1.000 dólares, según indicaron al rotativo tres fuentes de la producción.

Según las mismas fuentes, la actriz nunca estuvo al corriente del salario que iba a recibir Wahlberg, a pesar de que ambos están representados por la misma agencia: William Morris Endeavor.

Una famosa escritora y activista por los derechos de la mujer en Hollywood, Melissa Silverstein, soltó la bomba el día después de los Globos de Oro, donde Todo el dinero del mundo optaba dos estatuillas. Poco después, Jessica Chastain se hacía eco de la denuncia, que algunos medios calificaron de "poco probable"

En cualquier caso, la información contradice las palabras de Ridley Scott, que afirmó que todos los actores habían regresado al plató de forma altruista. La interpretación de Williams, que encarna a Gail Harris, exnuera del magnate del petróleo Paul Getty, le valió la nominación al Globo de Oro como Mejor Actriz, que finalmente se lo llevó Frances McDormand por Tres anuncios a las afueras.

Otras tres mujeres acusan a James Franco de acoso sexual

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Tres testimonios de mujeres se suman a las acusaciones de acoso sexual contra James Franco, el actor californiano que fue premiado en los Globos de Oro por su actuación en The Disaster Artist.

El diario Los Angeles Times recoge en total cinco entrevistas con mujeres que acusan de comportamiento inapropiado a Franco. Dos de ellas ya lo acusaron en las redes sociales la misma noche de los Globos de Oro.

"Hey James Franco, bonito pin #timesup en los Globos de Oro, ¿te acuerdas de hace unas semanas cuando me dijiste que mi desnudo completo en dos de tus películas por 100 dólares al día no era explotación porque firmé un contrato? ¡Se acabó el tiempo de eso!", escribía la actriz Sarah Tither-Kaplan durante la gala.

Fue "como una bofetada en la cara", señala Sarah Tither-Kaplan a Los Angeles Times sobre el momento en el que le concedieron un galardón. La actriz es ex alumna de actuación de la escuela de cine que fundó Franco y apareció en varias de sus producciones.

Tither-Kaplan detalla que en una escena que mostraba una orgía que filmó con Franco y varias mujeres hace tres años, él quitó los protectores plásticos que cubrían las vaginas de las actrices mientras simulaba sexo oral con ellas.

Antes de abrir Studio 4, Franco dio clases en Playhouse West en North Hollywood, una escuela donde había recibido formación como actor.

Hilary Dusome, de 33 años, que dio clases con Franco en 2012, dijo que al principio lo veía como "un espíritu realmente generoso" con ganas de ayudar a los aspirantes a actores.

Pero según recoge Los Angeles Times, sus sentimientos cambiaron después de ser seleccionada para aparecer, junto a otras estudiantes, en una escena dirigida por Franco.

Dusome relata que a mitad del rodaje Franco se acercó a las actrices -que llevaban máscaras y lencería- y les preguntó: "Entonces, ¿quién quiere quitarse la camiseta?".

Cuando ninguna actriz se ofreció como voluntaria, Franco se marchó, visiblemente enfadado.

"Creía que me habrían seleccionado por algo basado en mi trabajo y mis méritos, y cuando me di cuenta de que era porque tenía unos pechos bonitos, quedó bastante claro que no era el caso", asegura Dusome. 

Chmiel, de 33 años, también recordaba este episodio en el que Franco preguntaba a las jóvenes si alguna de ellas quería quitarse la blusa, y que estaba "visiblemente enojado" cuando declinaron.

"Simplemente se aprovechó de nuestro afán por trabajar y ser parte de algo más grande", asegura Chmiel.

Katie Ryan, que dio varias clases con Franco, señala que el actor hacía pensar "que siempre habría papeles posibles sobre la mesa si realizábamos actos sexuales o nos quitábamos la camisa". Asegura que durante años, recibió de forma "masiva" peticiones de Franco por correo electrónico para audiciones de papeles de "prostituta".

Tanto el abogado de James Franco como sus colaboradores en la escuela de interpretación lo niegan todo.

Violet Paley, de 23 años, es otra de las mujeres que denunció en las redes sociales un comportamiento inapropiado por parte de Franco. La noche de los Globos de Oro escribía:

"Bonito pin #Timesup James Franco. ¿Te acuerdas de la vez que me bajaste la cabeza hacia tu pene en un coche? ¿O la otra vez que le dijiste a mi amiga que fuera a tu hotel cuando tenía 17 años después de que te hubieran pillado haciendo lo mismo con otra chica de la misma edad?", afirmó la intérprete.

Recordaba así un episodio de 2014, cuando el actor fue pillado intentando ligar por Instagram con una menor de edad. "¿Tienes novio, en qué hotel te quedas, alquilo una habitación?", fueron algunas de las preguntas que le hizo a través de la red social a la joven.

Ahora relata al diario de Los Ángeles que cuando conoció a Franco a principios de 2016 estaba ilusionada con ser cineasta y él había accedido a darle anotaciones sobre su guion. Cuenta que comenzaron "una romántica" y que un día en un coche coche la presionó para que le practicara sexo oral.

"Estaba hablando con él, de repente su pene estaba fuera," explica Paley. "Me puse muy nerviosa y le dije:" ¿Podemos hacer esto más tarde?". "Pero me estaba empujando la cabeza hacia abajo y no quería que me odiara, así que lo hice", relata.

Paley señala que se sentía muy incómoda y para salir de la situación contó que había alguien cerca del coche.

La mujer cuenta que relató este episodio a varios amigos y familiares, varios de ellos han confirmado la existencia de estas conversaciones a The Times.

"No son exactas"

El abogado de Franco, Plonsker, ha asegurado que acusaciones de Paley, son "inexactas", algo que ya dijo el actor durante su aparición en el programa de Stephen Colbert. 

En el programa, Franco seguró estar "orgulloso por tomar responsabilidad por las cosas que hago, tengo que hacer eso para mantener mi bienestar. Lo hago cada vez que sé que he hecho mal o que tengo que cambiar", explicó.

"Las cosas que he escuchado que estaban en Twitter no son exactas", aseguró sin dar más detalles. "Pero yo apoyo completamente que la gente salga y pueda tener voz porque no tuvieron voz durante mucho tiempo ", continuó," así que no quiero, callarlas de ninguna manera. Creo que es algo bueno y lo apoyo". 

Sobre el motivo que le llevó a lucir el pin de Time's Up, Franco aseguró que lo lució porque "apoya" la causa. "Estaba emocionado por ganar, pero estar en esa sala durante  esa noche fue algo increíble, fue muy potente. Hubo voces increíbles y yo lo apoyo, apoyo el cambio". 

'Most beautiful island', la parálisis del sueño americano y otros terrores nocturnos

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Según la ciencia, el sueño humano se escaleta en cinco fases diferenciadas. Una vez superada una primera de liviana inconsciencia, el sujeto testado atraviesa otras tres en las que las ondas cerebrales se ralentizan progresivamente, abocándose a una profundidad total, sin movimiento ni actividad corporal. En este tramo del viaje previo al R.E.M., corremos el peligro de quedar desamparados ante nuestros traumas y al antojo de nuestros terrores más profundos. Nuestro cuerpo yace entonces inerte, mientras nuestra conciencia sufre despojada de toda capacidad de reacción. Sin aparente remedio. Sin voluntad.

El llamado sueño americano no deja de ser eso, un sueño, y por lo tanto se rige por esos mismos parámetros. Nos lo demuestra Luciana, la protagonista de Most Beautiful Island y trasunto de su intérprete principal y directora, la actriz española Ana Asensio. Apenas se presenta, la hallamos desvelada, incapaz de destensar los ateridos músculos y entregarse a Morfeo. Durante la siguiente hora, y bajo la promesa de ese anhelo capitalista que acuñara James Truslow Adams, se abocará al horror que sucede antes de alcanzarlo. Eso, claro, si es capaz de abandonar esa etapa de extremada angustia.

 

De un limbo a otro

Asensio inició su peregrinaje a Nueva York al comienzo del presente milenio, después de haberse elaborado un decente currículo profesional en España. Se topó con una ciudad que, por más que atraía a foráneos, por más que se alimentaba de su continuo flujo, renegaba de ellos. Su bagaje, por voluminoso que fuera, se volvía ligero, inmaterial. Su identidad, lastrada por la ausencia de documentación legal, se evaporaba entre el trasiego interminable de sus calles. Solo quedaba esperar.

Pasaría una década, hasta 2011, cuando la madrileña, una vez asentada en la metrópoli, decidiera lanzarse a otra aventura, la dirección cinematográfica, partiendo de su experiencia previa para construir su voz como narradora. Pero obrar una película también implica, a su modo, un viaje largo y solitario, más aún cuando no hay más credenciales que demostrar que la de la visión propia, todavía abstracción.

El acceso al sueño siempre requiere de un período varado en el limbo, aguardando en la oscuridad a que los puentes tendidos lleven a alguna parte. En su caso, llevaría otros cuatro años hasta encontrar el patronazgo de Larry Fessenden, maestro orfebre del terror a pequeña escala, a través de su compañía de producción Glass Eye Pix; y algo más de tres en regresar a España, con un limitadísimo estreno en salas este viernes (en Madrid solo se puede ver en dos cines y en Barcelona, en uno). Reconocimientos como el galardón al mejor largometraje del South by SouthWest Film Festival poco pueden hacer en el mundo real.

Ruido y urgencia

Most Beautiful Island, el título resultante de su empeño, remite a la consideración de que goza Nueva York a nivel mundial, pero se aleja del plano general de postal que silencia el ruido producido a pie de calle.  Configurado el filme como crónica diaria cualquiera de una inmigrante española, y mediante la hormigueante textura que le confiere el Super 16mm, Asensio despoja de la pátina romántica a la ciudad y la devuelve a sus bases sociales más próximas y vetustas: el de los pequeños comercios y la población extranjera que sustenta la economía; pero también el de la brecha de clase, la sanidad excluyente y los trabajos malpagados, que culminan en la picaresca como método de supervivencia.

La cámara se inmiscuye entre las gentes, buscando los momentos de realismo que nutran la odisea de una protagonista desconectada con su alrededor, pero que a la vez forma parte indivisible del entorno. Porque Ana/Luciana, la mujer inmigrante, es también un reflejo de todo lo que puede entenderse por Nueva York para el que llegue de fuera, pero que escapa de las ópticas embellecedoras que se envían a estas coordenadas.

Ella simboliza con honestidad esa "isla más hermosa", que intenta sobrevivir aislada y sin vínculos dentro de un mundo hostil, en una transición hacia algo que nunca termina de llegar. Con la vana ilusión de que ese avioncito de papel que lanza por la ventana de su cuchitril reciba respuesta. Y mientras, tanto, a la carrera, recorriendo los altos y bajos sin destino claro, a la deriva.  Hay urgencia en su drama, algo a lo que contribuye de forma decisiva un montaje apurado, que no deja tiempo a la reflexión y agobia al espectador haciéndole partícipe del horario de la muchacha; y una dirección de fotografía que opera agitada, siempre haciendo foco en su cuerpo sufriente, siempre cerca.

La pesadilla encarnada del abatimiento

Las horas del día corren y fulminan a Luciana en este largometraje, que apenas excede la hora y cuarto de metraje, mientras se afana en resolver los obstáculos que se le cruzan. Pero con la puesta de sol, el ritmo desciende hasta casi alcanzar la narración el tiempo abolido en el tercer acto. Es entonces cuando Luciana ha de probar qué hacer por conseguir dinero para subsistir. Es entonces cuando Most Beautiful Island se sumerge definitivamente en aguas siniestras.

La supervivencia de la que hablábamos adopta un significado literal y primario en el último escenario de su travesía. No obstante, queda lejos de ser este un giro inadvertido. Mas al contrario, se nos ha ido anticipando este descenso al infierno en cada lance del camino que lleva Luciana a un decorado y una posición –física, pero también ideológica– de absoluta vulnerabilidad.

Durante este cambio de registro final el engarce con la realidad es solo Luciana, a la que seguimos contemplando de cerca. Paralizada, con la mirada perdida, pero lúcida para procesar cuanto ocurre y vencer a la atonía en que se sume.

Este tercio se compone así como una proyección de todo lo acontecido, como una alucinación del subconsciente que transgrede la imaginación y alcanza un estadio físico. Dicha percepción comporta también una sensible mutación del diseño sonoro, obra del ingeniero Jeffery Alan Jones: del dominio de los murmullos y ambientes neoyorquinos y la práctica ausencia de una partitura, a una mezcolanza de evocadores sintetizadores y percusiones enfebrecidas, que se enhebran con las atmósferas huecas y zumbonas. Estos sonidos casi musicales desproveen al filme en su última parte de su naturalidad y lo envuelven en una aura ilusoria, extrañamente inquietante.

Película nacida de una serie de decisiones arriesgadas –el cambio de continente, el asalto de una nueva parcela creativa– Most Beautiful Island toma la osadía de sumirse en los estados alterados que anteceden al sueño americano, la recompensa definitiva aunque aparentemente inasible. Lo hace con una decisión admirable, quizás la de alguien que ya ha pasado por el espanto de verse a sí misma sin control ni explicación sobre sus circunstancias, como viéndose fuera de su propio cuerpo. Tal vez por ello consiga perturbar al espectador lo suficiente como para gritar espantado por Luciana cuando a ella solo le queda el silencio.

En última instancia, también evidencia las perversiones de un término tan manido y difícil de interpretar como aquella aspiración que propugna la épica americana. Este insinuaba un orden social donde cada individuo fuera reconocido por lo que es, sin importar procedencia o posición. Sin embargo, Asensio recuerda que la cantidad y calidad de sueño que una persona puede tener dependerá de esos factores supuestamente intrascendentes que la circundan: el género, la procedencia, el estatus social y laboral.

En esos casos, como en Most Beautiful Island, el sueño americano bien puede tornarse en una pesadilla. Celebremos pues que esta directora haya despertado con plena consciencia.

'Tres anuncios en las afueras', un manifiesto contra los prejuicios de la Norteamérica profunda

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La carrera de los premios es ya imparable. Puede que los días posteriores a los Globos de Oro, debido a que la gala se convirtió en un urgente altavoz mediático con el objetivo de marcar un antes y un después feminista en la historia de los galardones, pasasen desapercibidos el cine y las series premiadas aquella noche. Era más lógico -y necesario- hablar sobre el memorable discurso de Oprah Winfrey o la efectividad iniciativa Time’s Up, que sobre quién había ganado el premio al Mejor Guion, la Mejor Película, Mejor Actriz o Mejor Actor de Reparto.

Pues bien, todos estos premios fueron para Tres anuncios en las afueras, la nueva película del angloirlandés Martin McDonagh tras Escondidos en Brujas y Siete psicópatas. Ya se postula como una de las favoritas de los Oscar -con la categoría de Mejor Guion prácticamente en el bolsillo-, y uno de los films del año pasado, ahí ahí con La forma del agua de Guillermo del Toro. Estamos ante una tragicomedia amarga -aunque se llevase el premio gordo como mejor drama-, que explora con inteligencia los males de la Norteamérica profunda actual, pero también sus valores, aspiraciones y esperanzas.

Después de meses sin noticias ni avances, Mildred Hayes -complejísima y enorme Frances McDormand- decide utilizar tres vallas publicitarias situadas en las afueras de su pequeño pueblo misuriano para denunciar la incompetencia de la policía local en el caso de su hija. A la joven Angela la violaron y asesinaron y no existen  sospechosos, arrestados ni culpables. Ávida de justicia, Mildred se harta de estar de brazos cruzados pero su acto removerá los cimientos de una población anestesiada. De un país anestesiado.

Tratado contra el prejuicio redneck

Cuenta McDonagh que para crear la historia de Tres anuncios en las afueras se enfundó el petate y viajó solo durante meses por la América rural. Conducía de noche y visitaba un pueblo distinto cada día conociendo a los lugareños, compartiendo con ellos cervezas y reflexiones. Mientras, iba tomando apuntes de cada detalle, de cada frase lapidaria que escuchaba.

También leyó, como bien apuntaba Beatriz Martínez, a las voces literarias con más mala uva de la literatura sureña. En especial a la escritora Flannery O’Connor que con novelas como Sangre Sabia o Los profetas condensó décadas de malestar con el que habían crecido generaciones de pueblos de Luisiana o Arkansas, pero también de más arriba del río Misisipi como es el caso de Misuri, donde se ambienta este film.

Allí, el desprecio a la clase obrera, las relaciones de poder y el peso de la moral eclesiástica hundió profundas las raíces del prejuicio. Algo que se traduciría en apelativos de ánimo ofensivo para referirse a sus habitantes: los rednecks, la white trash y los hillbilies. O lo que es lo mismo, la basura blanca, inculta, miserablemente pobre y paleta de Estados Unidos. 

Lo que parece obviar McDonagh es que su film se puede leer involutariamente como una reacción fílmica al éxito del cacareado Manifiesto Redneck de Jim Goad, que tanto le puso los dientes largo a algunos periodistas de este país. Aunque él prefiera distanciarse de una lectura política de su película, pues afirma que la escribió tiempo antes de la victoria de Trump, sorprende la precisión de su profética lectura de la clase obrera nortemaericana que aupó al empresario hasta el despacho oval.

En Tres anuncios en las afueras todo el mundo está preso de una rabia latente que explota de distintas e inesperadas formas. Mildred, la madre coraje más reveladora de los últimos años, se verá obligada a realizar acciones de las que no se sentirá orgullosa por encontrar al culpable de lo que le pasó a su hija. Los dos policías detrás del caso harán lo propio ante la falta de respeto que significa los tres anuncios puestos en su propio pueblo. Dixon, Sam Rockwell, se partirá la cara con el que se ponga por delante antes que ponerse a buscar al asesino de la hija Mildred. Por su parte, el jefe Willoughby interpretado por Woody Harrelson, cargará con la culpa de encontrarse constantemente en callejones sin salida con el caso.

Mirada demoledora al terreno que se pisa cuando se vive en una falta total de referentes morales. Acercamiento a una población de distintas generaciones -pues afecta a sus protagonistas pero también a sus hijos, y a sus madres- condenadas a convivir con el racismo, el machismo y la incultura.

"Yo creo en otro Jesús completamente diferente", decía uno de los personajes de Sangre Sabia, "Uno que no malgasta su sangre redimiendo a nadie con ella, porque es sólo hombre y no tiene nada de Dios. Mi iglesia es la Iglesia Sin Cristo". Como los personajes de Flannery O’Connor, los de Martin McDonagh se mueven constantemente empujados por creencias propias nacidas del desaliento, el egoísmo y la incertidumbre. Pero buscan constantemente una salida a su desamparo. A su frustración.

Una mirada conciliadora en tiempos revueltos

Martin McDonagh ofrece en Tres anuncios en las afueras su película más accesible y madura. Sin por ello renunciar a algunos de los rasgos que le han convertido en uno de los cineastas europeos más particulares del siglo XXI.

Sus inicios en el teatro han marcado a fuego una carrera que sigue fiel a sus preceptos poco cinemáticos. Sus obras se muestran siempre más preocupadas en la historia y sus protagonistas, en el drama en sí mismo, que en hallazgos formales o búsquedas de lenguajes audiovisuales mediante su puesta en escena. Las luchas de sus films se desarrollan siempre con escaso juego en sus secuencias. Trabaja la imagen desde la palabra, y eso ha construido películas de diálogos brillantes y personajes paradójicos tejidos con naturalidad y fuerza.

Con Six Shooter, Oscar al Mejor Cortometraje en 2005, pecaba de una verborrea incontrolable que, sin embargo, ya teñía de cierta oscuridad algunas de las temáticas que luego abordaría con más ahínco en sus largometrajes. Véase la violencia verbal, la invasión y escamoteo del ego y el patetismo inherente a la violencia. Así lo hizo en Escondidos en Brujas, en la que dos sicarios tenían que refugiarse en la ciudad Belga tras un trabajo mal realizado. O en Siete Psicópatas, en la que un guionista se veía metido en un lío tremendo con un mafioso por culpa de su mejor amigo, un secuestrador de perros.

Con todo, tanto Escondidos en Brujas como Siete psicópatas son dos fantasías masculinas tremendamente autoconscientes. La primera resultaba una deliciosa deconstrucción del género noir de la mano de hombres atormentados que disparaban antes preguntar. La segunda, parodia del cine de acción, bromeaba con lo fácil que era matar a personajes femeninos en el cine comercial si eso justificaba los traumas de los personajes masculinos. En Tres anuncios en las afueras todos estos rasgos estilísticos se matizan: ni la masculinidad tóxica campa a sus anchas, ni la autoconsciencia de jugar con los tópicos de cada género invade descaradamente la trama.

Eso sí, como en todos sus films, este también se sustenta totalmente en un reparto en estado de gracia. Aunque, como bien confesaba en el último programa de Kinótico, McDonagh no cree ser suficientemente buen director como para trabajar con malos actores.

Esta vez, el realizador se acerca más al estilo calculadamente emocional de su hermano mayor, el también director John Michael McDonagh. De hecho, Tres anuncios en las afueras tiene mucho de la mirada rural y el portentoso retrato de personajes que su hermano ofreció en la excelente Calvary. En aquella, una amenaza de muerte anónima convertía a un diácono en el centro de atención -y posible redención- de las miserias de los feligreses de un pequeñísimo pueblo irlandés. En la última película del McDonagh pequeño, unas vallas publicitarias se vuelven una amenaza a la tranquilidad de un nada pacífico pueblo que vive mejor en la ignorancia.

Tres anuncios en las afueras crece tanto en lo dramático como en lo cómico en el interior del espectador que decida reposarla. McDonagh ha conseguido superar lo que le hacía parecer más obsesionado en decir que en escuchar, y con ello ha conseguido condensar la frustración de una Norteamérica depresiva, pero también su ingenio y sus ansias de cambiar.

"Aun no hay arrestos… ¿Será por qué Dios no existe, el mundo está vacío y no importa lo que hagamos?", reflexiona Mildred en una de las secuencias más poéticas del film. "Espero que no", se dice a sí misma. Ahí reside la fuerza de su discurso, en tener la esperanza de que algo tenga sentido... después de todo. 

Cinco alegorías de la caza de brujas en el cine fantástico y el 'western'

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Se pueden usar varias fechas para señalar el inicio de la caza de brujas, esa época en que la sociedad estadounidense, y particularmente su industria cinematográfica, iniciaron la persecución del presunto comunista. Una de esas fechas fue el 27 de octubre de 1947, con la declaración de quienes fueron llamados los Diez de Hollywood: guionistas y directores que resuharon cooperar con el Comité de Actividades Antiamericanas y fueron condenados a prisión por ello.

Tras el fin de la II Guerra Mundial, llegó una paz fugaz. Rápidamente, la sucedería la llamada Guerra Fría, nombre cuestionable para un periodo histórico que incluyó conflictos sangrientos como la guerra de Corea. Hollywood hizo una transición fluida del antinazismo posterior a los ataques a Pearl Harbor, que incluyó películas de propaganda soviética para vender a la opinión pública el pacto con Stalin, hacia un anticomunismo estridente.

Algunos géneros solo cambiaron la ideología de los villanos: continuaron produciéndose los mismos thrillers de miedo al sabotaje y la infiltración o las mismas aventuras de guerra y resistencia en escenarios geopolíticamente agitados. Con el miedo al conflicto atómico, se consolidó el género el drama de supervivientes en un mundo posapocalítptico (Five, The world, the flesh and the devil, The last woman on earth, etcétera). Y las experimentaciones atómica y aeroespacial inspiraron películas con monstruos (La humanidad en peligro) y extraterrestres (Invasores de otros mundos) que remitían a la representación hollywoodiense del adversario socialista: desindividualización, falta de sentimientos...

Para este repaso de alegorías de la caza de brujas nos alejamos de la Guerra Fría en general, de sus conflictos reales y sus miedos a la destrucción total. Nos centramos, en cambio, en westerns y películas de ciencia ficción que comentaban la vida interna de una sociedad dividida por la agitación macartista. Son filmes de género que proponen diversas (y, en varios casos, ambiguas) miradas a la comunidad estadounidense, la gestión de la disidencia, la presunción de inocencia o la relación con quien es considerado diferente.

Solo ante el peligro (1952)

El marshal de una pequeña localidad, Will Kane, acaba de dimitir para casarse e iniciar una nueva vida en otro lugar, cuando le anuncian que una banda de malhechores va a atacarle. Por una mezcla de responsabilidad (no quiere dejar el pueblo sin su correspondiente agente de la ley) y miedo (no considera que esté a tiempo para huir eficazmente), vuelve al pueblo para liderar un grupo de hombres armados. La narración, que transcurre en tiempo real, enfatiza su búsqueda infructuosa de aliados. La comunidad abandona al hombre perseguido.

El director del western, Fred Zinnemann (Hombres), no fue demasiado claro sobre las intenciones políticas del filme. Pero la personalidad del guionista Carl Foreman, que fue citado por el Comité de Actividades Antiamericanas y se trasladó al Reino Unido después de ser vetado por la industria, da pistas de la sensibilidad detrás de la ficción, que además incluía un apunte antiracista. Posteriormente, el ultraconservador John Wayne protagonizó Río Bravo como respuesta a una obra que consideraba “antiamericana” no solo por sus posibles connotaciones antimacartistas, sino también por su protagonista angustiado y alejado del estereotipo de héroe individual y todopoderoso.

A pesar de todo, Solo ante el peligro era suficientemente ambigua como para que Gary Cooper la liderase... e incluso para que el mismo Wayne, antes de acumular inquina, aceptase el Oscar en ausencia de su amigo. Con los años, la película ha admitido relecturas de todo tipo y homenajes un poco a la contra. Harry el Sucio terminaba con el mismo gesto de desprecio, con el héroe lanzando su placa.

En el momento de su estreno, el western de Zinnemann desprendía connotaciones de crítica a los abusos institucionales y al silencio conformista de la población. Harry el Sucio, en cambio, fue entendida como un ataque a la protección de los derechos constitucionales de los detenidos. Contribuyó, al fin y al cabo a fijar un relato dominante en el thriller policial: la ley protege tanto a los criminales que los agentes deben transgredir las normas y protocolos o fracasar.

Llegó del más allá (1953)

Un clásico de la ciencia ficción de la época, Llegó del más allá, comienza con imágenes de una pequeña localidad descritas a través de una voz en off evocativa. Una escena romántico-sexista llena de melaza es interrumpida por la caída de un meteorito. Y aquí comienza la trama: el protagonista del romance es un astrónomo que descubre que acaban de ver una nave extraterrestre.

La película, basada en un relato de Ray Bradbury, prefigura, con algunas diferencias, uno de los aspectos más característicos de La invasión de los ladrones de cuerpos: la sustitución de humanos por réplicas extraterrestres. La contemporánea Invasores de Marte seguiría un camino similar, mezclando el desencaje infantil en el mundo adulto con la habitual representación hollywoodiense del comunista como ser gélido y antisentimental, fuese por vocación propia o por mecanismos de control mental.

Llegó del más allá incorpora un matiz importante: el otro, el diferente, no es necesariamente un enemigo. El mismo astrónomo tiene algo de outsider en su localidad: se le señala por vivir en una casa apartada y no relacionarse demasiado con la comunidad. Y sí, los extraterrestres del filme son desapasionados, pero no son malvados. Solo desean una tregua que una turba violenta está a punto de dinamitar.

La apuesta de los autores remite a una coexistencia pacífica manteniendo las distancias. Parecen recomendar a las dos superpotencias que vivan separadas por el telón de acero, sin beligerancias, esperando momentos más proclives al entendentimiento. Además de estos apuntes algo a contracorriente, el filme puede presumir de unos medios de producción por encima de la media del género, y su realizador (Jack Arnold, futuro autor de El increíble hombre menguante) consigue algunas imágenes llamativas.

Filón de plata (1954)

El veterano Allan Dwan firmó una especie de versión de Solo ante el peligro condimentada con las especias propias de la serie B. Aquella ya era una narración concisa (82 minutos), pero dedicaba tiempo a crear atmósferas de frustración y soledad del protagonista. Filón de plata incorpora mucha más acción y alguna cornada con las dinamizar una premisa similar.

De nuevo, nuestro héroe está casándose en un día festivo, de nuevo vienen a buscarle. Pero en esta ocasión él no es un sheriff  respetado, sino un vecino ejemplar de pasado enigmático; sus perseguidores no son una banda de malhechores, sino unos presuntos agentes federales. Hay que entender como un gesto malicioso que el líder de estos se apellide McCarty, apellido casi idéntico al del entonces en boga senador republicano Joseph McCarthy, vehemente líder espiritual del macartismo.

Las imágenes de persecución masiva, con casi todo el pueblo volcado en asesinar a un falso culpable, confiando a ciegas en la palabra de un teórico agente gubernamental, prefiguran las icónicas correrías del hombre asediado de La invasión de los ladrones de cuerpos. La resolución rebosa ironías múltiples, ingeniosas intervenciones femeninas incluidas, y el filme concluye con un gesto de desdén que remite a Solo ante el peligro: con sus sospechas y su obediencia, la comunidad ha mostrado su verdadera cara.

La invasión de los ladrones de cuerpos (1956)

Este clásico del cine fantástico tiene todo el potencial para ser una advertencia sobre la caza de brujas. Una pequeña y apacible localidad estadounidense, un aparente paraíso del american way of life, se convierte en una pesadilla para un reducido grupo de personas que comienzan a verse acechados por el resto del pueblo. El relato también es apto como cuento anticomunista, con su historia de infiltración paulatina protagonizada por foráneos de pensamiento desapasionado y colectivo que sustituyen a los americanos de bien.

Ni siquiera los mismos creadores del filme se ponen de acuerdo en sus intenciones. El guionista, Daniel Mainwaring, afirmó que criticaba el macartismo. El autor del texto original y el protagonista del filme no le veían una ideología concreta. Y su director, Don Siegel (Fuga de Alcatraz), lo definía como un cuento contrario a todo autoritarismo. La sensibilidad libertaria de Siegel evolucionaría posteriormente hacia posiciones muy inquietantes en la mencionada Harry el Sucio.

Quizá nos podemos quedar con la visión del filme que defendía Siegel, aunque la imposición de un epílogo tranquilizador muy propio de la sci-fi oficialista del momento, rebosante de confianza en las instituciones, compromete en parte el resultado. Más allá de estos detalles, La invasión de los ladrones de cuerpos es un clásico de eficacia probada, emocionante y perturbador. Y sus imágenes de persecución del personaje principal, fuesen cuales fuesen las intenciones de los creadores, escenifican de manera poderosa la persecución de la disidencia.

Un buen día para una ejecución (1959)

Cuando se estrenó Un buen día para una ejecución, el senador McCarthy había muerto tras ser desacreditado por su histrionismo. La agitación podía haber disminuido, pero las listas negras y la exclusión de los disidentes seguían activas. En ese contexto, este filme parece sugerirnos que el macarthismo no estaba tan mal, que quizá se estaban cayendo en excesos garantistas al cuestionar la caza de brujas. El resultado puede considerarse un alegato reaccionario contra la presunción de inocencia, la duda razonable y la participación ciudadana en los asuntos públicos.

En algunos aspectos, la película invierte lo relatado en Filón de plata: del inocente convertido en falso culpable se pasa al culpable convertido en falso inocente. En el transcurso del atraco a un banco, uno de los ladrones mata al marshal local. Ben Cutler, el hombre que se convertirá en marshal accidental, es testigo de ello, le hiere, le captura y se opone al linchamiento inmediato del reo. Pero la labor de defensa que acomete un astuto abogado, junto con la conducta lastimera del joven criminal, hace que cambien las tornas: la comunidad comienza a dudar del héroe y a creer al acusado, hasta el punto de iniciar una solicitud de clemencia.

Sin la contrucción de atmósferas de Solo ante el peligro ni el ritmo trepidante de Filón de plata, Un buen día para una ejecución aparece como un western algo moroso y melodramático. Ante la censura (vigente hasta 1968) y la dinámica represiva de la industria, los autores con intención crítica tenían que jugar con las ambiguedades y los sobreentendidos. Los responsables de este filme podían hablar más claro: hay que confiar en las autoridades y no entrometerse. El final era, por supuesto, feliz: resarcimiento del marshal, reconciliación de la comunidad y retorno a la confianza ciega en el sistema.

El mensaje se resume, de manera un poco bochornosa, en boca de un niño que afirma que, cuando sea mayor, hará "lo que deba hacer, como tú, aunque todo el mundo esté en mi contra también”. La razón del héroe individual, del proveedor de seguridad, debe prevalecer sobre el criterio de aquellos a quienes protege. Todo ello dentro de un contexto general de recelo de la democracia y de la política representativa: el letrado manipulador es un aspirante a cargo público, y el gobernador condona la pena de muerte del acusado por intereses electorales.

'El instante más oscuro': el Churchill que no querría estar en el despacho de Trump

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Una vez cada muchos años ocurre un eclipse cinematográfico en Hollywood y dos películas de la misma temática van de la mano en la carrera de premios. No es la situación más deseada por las productoras, pero en el caso de Dunkerque y El instante más oscuro consienten porque son complementarias al mismo todo.

Mientras que la película de Christopher Nolan nos traslada a orillas del Canal de la Mancha, donde tuvo lugar una de las ofensivas más sangrientas de las tropas nazis, la de Joe Wright se encarga de las estrategias de salón, las disyuntivas políticas y los discursos que funcionaban como banda sonora en Dunkerque.

Aunque, como en el caso de aquella, no caigamos en el error de creer que estamos ante una clase de Historia.

Hay una escena en El instante más oscuro en la que Winston Churchill abandona su limusina para adentrarse por primera vez en el metro de Londres. Se pasea entre la clase trabajadora, charla con ella sin esconder su inconfundible puro ni su papada, y de regreso a Downing Street, decide no claudicar ante Hitler. Es mayo de 1940 y el avance de las tropas alemanas ha convertido a la política británica en un polvorín.

Los conservadores le instaban a conseguir un acuerdo de paz con las potencias del Eje y le ridiculizaban con sus fracasos, como la nefasta operación de Gallípoli. En El instante más oscuro, el líder británico flaquea hasta el límite y se queda a un tris de estrechar manos con el dictador alemán. Sufre, bebe y paga esa frustración con sus pobres secretarias, pero los ojos esperanzados de un niño y las palabras de un joven indio en el vagón de metro le animan a "no rendirse nunca".

Aunque es cierto que Churchill tuvo que tomar su decisión más complicada como primer ministro en esa primavera, la escena de la película de Joe Wright es ficticia. No es más que una argucia dramática para defender que era el único que escuchaba al pueblo y reconocía a Hitler como lo que era: un peligroso narcisista del que no se podía fiar en una negociación. 

Todos los artificios cinematográficos de Wright tienen un objetivo final, un clímax tan dulce como el caramelo: el discurso más famoso de Churchill frente a la Cámara de los Comunes. De título más coherente con el nombre original de la película, The finest hour (La mejor hora) fue el llamamiento patriótico de Winston Churchill al sacrificio de los británicos. En la película, los parlamentarios y las personas que lo siguen por la radio rompen en vítores como si fuese el festival del confeti. Y esto, de nuevo, tampoco es cierto.

Los peligros del maquillaje

Al igual que Christopher Nolan, Joe Wright tenía una intención muy clara con esta película. Dicho por él mismo, El instante más oscuro es toda una muestra sobre cómo debe ser un político en la era de Trump. 

Además de con la papada prostética, el director ha disfrazado al Churchill de Gary Oldman con la humanidad, las inseguridades terrenales y la perseverancia de un héroe político moderno. Aunque para ello haya tenido que maquillar alguna de sus sombras más feas y tomarse ciertas licencias artísticas.

"Pataleó, gritó y cometió muchas equivocaciones en su carrera, y en su vida personal, pero una cosa que hizo bien fue que resistió la ola de fascismo, intolerancia y odio. Y eso parece interpelar a Estados Unidos ahora, y a Gran Bretaña también", manifestó el director durante la promoción

Hay que tener cuidado con lo que se desea, porque es muy probable que la película capte la atención del presidente. Al fin y al cabo, lo primero que hizo Trump al entrar a la Casa Blanca fue recuperar un busto de Churchill que Obama había retirado del despacho Oval. Hace unos días, el republicano Mike Huckabee definió a Trump como la reencarnación del británico tras ver la película, ya que "Churchill era odiado por su propio partido, por la oposición y por la prensa". Y algunos han visto en la "populista" interpretación de Gary Oldman peligrosas similitudes entre el magnate y el primer ministro.

Quizá Trump "secuestre" políticamente a El instante más oscuro, como hizo Nigel Farage, el antiguo líder de la Ukip, con Dunkerque para la causa del Brexit. Algo que, según Nolan, estaba lejos de ser su intención. Pero las licencias artísticas, para bien y para mal, desdibujan la realidad de forma que puede ser adaptable para cada uno de nosotros. Incluso para Trump.

Según El instante más oscuro, Churchill sufría por los chavales varados en Dunkerque y por el sacrificio de la guarnición de Calais, pero no derramaba ni una lágrima por la situación a abandono y las hambrunas de las colonias del Imperio, que defendía con tanto ahínco. Tampoco menciona la dura represión que practicaba sobre las iniciativas independentistas de la India, los halagos a Mussolini por destruir el movimiento obrero italiano o su oposición ante el sufragio de las mujeres.

Son olvidos que no degradan lo innegable: Churchill era el maestro de la oratoria que reflejan los archivos históricos y consiguió que los británicos accediesen a una masacre a cambio de la voluntad patriótica de defender la nación. No hubo vítores ni aplausos (de hecho, la mayoría de los civiles escuchó el discurso a posteriori). Algo que según el historiador John Broich es relevante porque "Reino Unido no solo tomó la decisión difícil, sino que no lo hizo a raíz de un ataque de adrenalina inducida por la retórica", aunque la película muestre lo contrario.

Wright piensa que su Churchill propinará una colleja a Trump. Le mostrará a un hombre temperamental, borracho y con un bagaje de malas decisiones que al final se mete en vereda. Que escucha, entiende y se humaniza recuperando el respeto perdido del pueblo.

Los detractores de El instante más oscuro, en cambio, creen que eso precisamente dará alas al presidente electo y a sus partidarios para ver similitudes. "La película permite a gente como Huckabee sucumbir a una noción completamente falsa de la habilidad política como algo cercano a ser un fanfarrón insoportable", escribían en The Atlantic. "Él inspiró a los británicos con elocuencia y bramidos desafiantes, no con los aullidos histriónicos de la cinta y del actual presidente estadounidense".

El género histórico construye leyendas que se cuelan con facilidad en el imaginario colectivo. Ni Joe Wright ni Nolan son profesores de Historia, así que sus versiones de la misma son tan lícitas como las de cualquier otro. Son solo decisiones, en definiva. Y entre las del espectador está la de salir del cine, escuchar y leer a los que cuentan la Historia en versión original. 

Tres décadas al borde de un ataque de nervios

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Parece mentira, pero hace ya 30 años que Carmen Maura arrancó el cable de su teléfono rojo para tirarlo por la ventana, harta de esperar una llamada. Mujeres al borde de un ataque de nervios se estrenó en 1988 y subió a Pedro Almodóvar a la palestra internacional con una candidatura al Oscar, después de haber ganado el Premio Goya a la mejor película ese mismo año.

Visualmente impactante, el filme narra la historia de cuatro mujeres que viven, como bien indica el título, a punto del colapso. La protagonista, Pepa, descubre que está embarazada del que acaba de convertirse en su expareja y trata de ponerse en contacto con él desesperadamente. Mientras tanto, su amiga Candela se presenta histérica en su casa al descubrir que puede ir a la cárcel por acoger en su piso a un grupo de terroristas chiítas liderado por su amante. Lucía, la primera mujer del padre del hijo de Pepa, finge estar cuerda para salir del psiquiátrico en ir en su busca. Y todavía falta Paulina, la abogada feminista que es la que tiene hecha la maleta de verdad. Un lío con gazpacho en la nevera.

Esta fue la primera película de María Barranco, la actriz que da vida a la pobre Candela, la modelo malagueña con pendientes en forma de cafetera de la que se ha aprovechado su amante árabe. "Yo tenía la misma cara que mi personaje. Estaba asustada porque era consciente de que iba a ser una oportunidad muy grande para mí, aunque no imaginaba que tanto. Y no sabía cuál era la técnica del cine, no sabía pararme en una marca... Pedro me dirigía y yo tropezaba con el sofá y esas cosas. Pero lo recuerdo con mucho cariño", cuenta a eldiario.es.

Kiti Mánver, Paulina la abogada feminista en la película, entró a formar parte del elenco casi por casualidad y con unas condiciones más que especiales. "Llevaba un año entero primero postrada en una cama y después en una silla de ruedas porque había tenido un accidente en el teatro, me caí de un trapecio. Y lo curioso es que este personaje estaba escrito para Marisa Paredes y no lo pudo hacer. Así que le dijeron a Pedro que me llamase, que ya me habían visto por la calle y así fue", recuerda sobre su fichaje.

Esa situación personal también sirvió para imprimir más carácter a su personaje: "Salgo un poco hinchada, porque después de tanto tiempo sin moverme… Además llevaba un corsé que, de hecho, tuve que ponerme dos años seguidos. Pero todo eso le favorece al personaje, tan tiesa, tan grandota. Y aun así salgo guapísima, cuando trabajas con Pedro sabes que estéticamente vas a ir maravillosa", afirma. La actriz señala que la dirección de fotografía"es de José Luís Alcaide, nada más y nada menos y tengo que decir que es de los pocos que me consigue sacar los ojos verdes".

El trabajo que sirvió de trampolín

La producción es uno de los factores clave en el salto cualitativo que da el trabajo de Almodóvar con esta película. Nuria Vidal, crítica de cine y autora del libro El cine de Pedro Almodóvar (Destino, 1988), explica: "Aunque sigue siendo muy poco dinero, tiene un nivel de producción mucho más alto que le permite competir en los Oscar". Añade que "además, tiene uno de sus mejores guiones, con algunas de las líneas de diálogo que también están entre lo mejor que ha escrito y cuenta con un grupo de actrices muy potentes".

El ranking de "mejores películas" de Almodóvar puede causar encendidos debates, pero es innegable que Mujeres al borde de un ataque de nervios ha proporcionado alguna de las escenas más memorables de la historia del cine español (los memes y gifs animados que circulan por Internet dan fé de ello).

La melena al viento de Lucía (Julieta Serrano) sentada en el asiento trasero de la moto, Candela (María Barranco) llorando y diciendo "horroroso, horroroso" en el salón, la cama de Pepa (Carmen Maura) en llamas o las lágrimas en el mambo-taxi son ya emblemáticas.

De hecho, Mánver comenta que: "Creo que en la que me tiran el disco es la secuencia de una película en la que he trabajado que más se ha puesto en todos los medios. Es como una cosa recurrente que cada cierto tiempo vuelve a aparecer en Twitter, en las otras redes… en fin, sigue ahí".

Las tres entrevistadas afirman unánimemente que la película ha aguantado muy bien el paso del tiempo y que sigue siendo válida en la actualidad, aunque para Vidal si se hubiese estrenado ahora la acogida habría sido diferente. "No sé si hoy en día alguien se atrevería a hacer una película así. Ahora estamos todos tan sumergidos en lo correcto que puede que ni el propio Almodóvar se atrevería a hacer una película tan desmadradamente incorrecta", afirma.

Un universo femenino ¿feminista?

Si algo tiene que agradecerle el público a Almodóvar -más allá de la calidad de sus películas- es la reivindicación de la mujer en la pantalla y la eliminación de las construcciones de género normativas. En sus historias salen mujeres ricas, de clase obrera, transexuales, modernas, ilustradas, marginales, reservadas, toreras, histriónicas, valientes, feas, monjas, inteligentes, bordes y podríamos seguir.

Almodóvar conoce bien el mundo femenino pero, como defiende Nuria Vidal, eso no significa necesariamente que sea feminista. "Ser feminista es una ideología. No digo que sea buena ni que sea mala, solo que es una ideología. Y no creo que en su cine exista. Lo que sí creo es que existe una gran comprensión y un gran capacidad de observar el mundo femenino. Pero no es lo mismo", puntualiza.

Algunos momentos de su obra se han criticado por banalizar problemas tan graves como la violación -Verónica Forqué en Kika, por ejemplo- o la dependencia emocional de sus personajes femeninos con respecto a los hombres. Pero para Kiti Mánver sí es feminista en el sentido de que representa a unas mujeres muy potentes haciendo lo que ellas consideran que tienen que hacer, tanto ideológicamente como estéticamente.

"Pedro es un hombre que conoce muy bien el sentimiento y el padecimiento de la mujer. Y además la quiere y se nota en la película. Las pone como grandes heroínas incluso cuando son lumpen, como en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? que es una maravilla", concreta.

Por su parte, María Barranco afirma que "cree que cualquier tema que sea una visión de mujeres, de sentimientos de mujeres pues es una cosa feminista. Porque yo no puedo separar una cosa de la otra. Yo creo que todas las mujeres tienen una condición feminista".

Al fin y al cabo y al final, las protagonistas de la película acaban haciendo lo que les da la gana, hartas de correr y preocuparse por señores que las ponen de los nervios. Se van de viaje, pierden la virginidad sin necesidad de un hombre o se vuelven a su casa a seguir con sus vidas, bien sea a un ático de lujo en la calle Montalbán de Madrid o "a la López Ibor".


¿Estamos ante la última película en la carrera de Woody Allen?

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En una de las fantásticas viñetas de Manel Fontdevila, Esperanza Aguirre se yergue inmaculada en medio de un lodazal. Un pobre diablo cubierto de excrementos hasta las cejas le pregunta, "¿cómo lo haces?", a lo que ella contesta socarrona, "¿lo qué?".

Si intercambiásemos a Aguirre por Woody Allen en los tiempos del me too, la viñeta sería totalmente reutilizable.

El huracán que se desató tras el caso Harvey Weinstein, y que ha arramblado con las carreras y reputaciones de quienes han sido acusados de acoso sexual, parecía que iba a pasar cerca de Woody Allen sin llegar a despeinarle. Pero todo eso ha cambiado en las últimas semanas. Ya lo predijo Fontdevila con Aguirre, porque ahora Allen se encuentra tan sumido en el lodazal como Kevin Spacey, James Toback, Louis C.K y tantos otros. Al menos así es para la parte de la industria que le está dando la espalda.

Este jueves, Dylan Farrow, la hija adoptiva de Woody Allen que le acusa desde 1992 de haber abusado sexualmente de ella cuando tenía siete años, ofreció su primera entrevista en televisión. Respondió con dureza a las palabras del director, que afirmó en un comunicado que nunca se había sobrepasado con la pequeña, "como ya concluyeron las investigaciones que se realizaron hace 25 años".

Dice que tanto ella como su madre, Mia Farrow, se están aprovechando de la ola del me too para sacar el asunto a la luz. La joven, sin embargo, lo ve justo al contrario y no concibe cómo Woody Allen ha podido salir indemne de toda la controversia.

No es la primera vez que Hollywood demuestra una doble vara de medir en los casos de violencia sexual. Ahí teníamos hace un año a Cassey Affleck contra Nate Parker. La palabra de la víctima contra el agresor muchas veces no es suficiente, mientras que en otras basta para que Netflix o Ridley Scott acaben con el más prestigioso de los actores.

Los profesionales que contribuyen con su silencio a que esto ocurra parecen haberse dado cuenta, por eso después del me too ha llegado el "yo te creo, Dylan". Y ya se han empezado a notar las consecuencias.

Sin defensores en sus filas

Mientras Woody Allen promocionaba su película Wonder Wheel y anunciaba la próxima para el año que viene, Un día lluvioso en Nueva York, apenas le cayeron unos cuantos dardos sobre las acusaciones de Dylan Farrow. Los más sonados fueron los lanzados por el presentador de los Globos de Oro, Seth Meyers: "Cuando escuché que La forma del agua iba sobre una mujer enamorándose de un hombre repulsivo, pensé que se trataba de una película de Woody Allen".

Después fue Greta Gerwig, ganadora del Globo por su ópera prima Lady Bird, y que colaboró con el director en A Roma con amor (2014). La actriz y directora sorteó el tema durante meses hasta que, el día de la resaca de los premios, admitió sentirse culpable por haber "incrementado el dolor de otra mujer" y se mostró arrepentida de participar en aquella película.

Aunque las palabras de Gerwig fueron especialmente perseguidas por su presencia en los premios, han sido muchos los que han declarado que nunca más volverán a colaborar con el neoyorquino. El último ha sido Colin Firth, que trabajó junto a Allen en Magic in the Moonlight (2013) y envió un mensaje a The Guardian el mismo día que Dylan Farrow aparecía en la televisión. Pero la situación se llevaba calentando desde 2017.

En noviembre del pasado año, Ellen Page declaró que su trabajo con Woody Allen en A Roma con amor le provoca un "gran remordimiento". Dos meses más tarde, el actor David Krumholtz tuiteó que trabajar con Allen en su última película, Wonder Wheel, era "uno de sus más dolorosos errores".

Los únicos actores que se han pronunciado a favor del cineasta son Kate Winslet y Alec Baldwin. La protagonista de Wonder Wheel salió del paso diciendo que "Woody Allen es, en gran parte, una mujer", por su delicadeza al tratar y al entender a sus personajes femeninos.

Baldwin fue menos sutil y disparó contra todos aquellos que están donando el sueldo de sus anteriores películas con Woody Allen. "Me parece injusto y triste. He trabajado con él en tres ocasiones y fue uno de los privilegios de mi carrera", dijo el actor de Blue Jasmine y A Roma con amor.

Esta práctica que señala Baldwin es, precisamente, la que ha hecho saltar las alarmas sobre el fin de la carrera del director de 82 años. ¿Será Un día lluvioso en Nueva York la última película de su larga filmografía? Parece razonable, pero no necesariamente.

Todas las veces que pudieron ser 'la última'

En 1992, el mismo año que Mia Farrow denunció a su marido por abusar de su hija adoptiva, Woody Allen estrenaba Maridos y mujeres, por la que recibió el Bafta y una nominación a los Oscar. Por aquél entonces, la maquinaria informativa estaba a años luz de la que llena las portadas hoy en día. Y, si bien fue un escándalo en la prensa, el fuego se apagó tan pronto como los investigadores infirieron que "Dylan Farrow no era capaz de distinguir la fantasía de la realidad y que probablemente había sido inducida por su madre".

Pero en 2014, Dylan Farrow publicó una carta abierta en The New York Times, donde relataba los graves trastornos que sufrió a raíz de los supuestos abusos y del olvido público. Esta vez, su hermano pequeño, el periodista Ronan Farrow, suscribía su versión y afeaba el aplauso generalizado que el mundo le estaba dando a Blue Jasmine, de nuevo omnipresente en los premios.

Cabe destacar que el joven se encargó de la investigación contra Harvey Weinstein que fue publicada en The New Yorker, cinco días más tarde que la de The New York Times, pero con el primer testimonio de violación: el de la actriz Asia Argento.

Farrow siempre ha estado comprometido con la acusación de su hermana en contra de su padre biológico, y eso le decidió a iniciar la búsqueda sobre el productor que relanzó la carrera de Woody Allen en los noventa tras la denuncia de abuso sexual.

Entonces, ¿qué nos hace pensar que esta vez será la definitiva? Dylan Farrow lleva sosteniendo la misma versión más de tres décadas, pero sus palabras nunca habían recibido tanta atención como ahora. Muchos apelaban a la investigación, otros a la presunción de inocencia y finalmente al renovado debate sobre si debemos separar al artista de su obra.  

Es cierto que, poco a poco, Woody Allen ha ido desapareciendo de los focos. Incluso en su adorada Oviedo se están planteando retirar la estatua de bronce del director, que se convirtió en un lugar de peregrinación para los amantes de su cine.

Pero quizá la acción más esclarecedora es la que están llevando a cabo casi todos los actores de su último filme, Un día lluvioso en Nueva York, que aborda la relación amorosa y sexual de un cuarentón casado (Jude Law) y una quinceañera (Elle Fanning).

Rebecca Hall, Timothée Chalamet y Selena Gómez han donado sus sueldos a la plataforma Time is Up contra las agresiones sexuales en la industria de Hollywood. Una iniciativa que coincide con la incendiaria investigación que publicó The Washington Post el 4 de enero titulada Leí décadas de notas privadas de Woody Allen, y está obsesionado con las adolescentes. En ella, el periodista detalla un patrón de obsesión del cineasta a través de los archivos que el propio Allen cedió a la Universidad de Princeton.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, con las actrices (principalmente ellas) dando el paso para disculparse por su silencio y con el ojo del huracán pisando los talones al anciano director, Un día lluvioso en Nueva York podría ser la cuadragésimo octava y última película de su carrera. Sin embargo, le puede ocurrir como a James Franco. Acusado y redimido. Pero no nos olvidemos de las viñetas de Manel Fontdevila: antes de llover fango, siempre chispea. 

'Los archivos del Pentágono': Spielberg afila (un poco) los dientes contra Trump

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De nuevo, vuelve el Spielberg cronista de la historia estadounidense. Esta faceta ya comenzó a asomarse a su filmografía con películas de intención antirracista como El color púrpura o Amistad. En los últimos años, el realizador ha entregado casi consecutivamente su mirada a la Guerra de Secesión (Lincoln), al macartismo (El puente de los espías) y ahora una especie de enmienda a la totalidad de la política sobre Vietnam ambientada en tiempos de la administración Nixon.

Los archivos del Pentágono se basa en un hecho real: la filtración de una gigantesca colección de informes sobre Vietnam, encargados de una manera relativamente clandestina por el entonces secretario de Defensa Robert McNamara (a quien el documentalista Errol Morris entrevistó en profundidad en Rumores de guerra). Eran informes de uso interno y secreto, hechos al margen de los canales oficiales, con la vocación de construir una historia analítica del conflicto.

Dos de sus participantes fotocopiaron el estudio y lo filtraron a The New York Times en 1971. Tras iniciarse las publicaciones, el gobierno Nixon impulsó movimientos políticos y judiciales para censurar al Times. The Washington Post también accedió a los papeles, y continuó con las publicaciones a pesar del riesgo judicial y empresarial que suponía. Spielberg prioriza precisamente el papel de este segundo periódico, que unos meses después destaparía el caso Watergate.

Neoclasicismo urgente

El mismo director ha afirmado que se trata de un filme raramente urgente, hecho a una velocidad inusual para sus estándares de trabajo. Consideró que tenía entre manos una historia de actualidad por dos motivos: la toma de soberanía del personaje interpretado por Meryl Streep, que remiten a la lucha por la igualdad sexual en el Hollywood contemporáneo, y la causa de la libertad de prensa, que alude implícitamente a la política comunicativa del trumpismo y sus vetos a medios de comunicación.

Ambos temas se entrelazan. Por una parte, se retrata a una heredera de varios medios de comunicación, Katharine Graham, acostumbrada a ser ignorada por su propio consejo de administración. En paralelo, se intenta reconciliar a los espectadores con el a menudo denostado periodismo, siguiendo la estela de películas como Spotlight.

El protagonismo del personaje de Graham, la relevancia otorgada a sus interlocuciones con el director del diario (interpretado por Tom Hanks) potencia el rol del empresariado. Spielberg convierte a Graham en una de las principales heroínas de la función, mucho más presente que los filtradores Daniel Ellsberg y Anthony Russo, sin los cuales no hubiese habido una historia sobre cuya publicación decidir.

El resultado podría calificarse como neoclásico. Spielberg parece buscar un canal de contacto con el Hollywood previo al mutante modelo blockbuster que él mismo contribuyó a crear, pero sin apostar por un revival imposible por los cambios tecnológicos implementados en la filmación de películas comerciales. Con todo, busca la harmonía visual a través de imágenes cuidadosamente encuadradas e iluminadas.

El realizador opta por una película sin género concreto (llamémosle drama histórico), con momentos de emoción, pero que se aleja de esa especie de intensificación de la historia vista en filmes como Argo. Spielberg ni siquiera apuesta por las formas más calmadas del thriller de los años 70 que podría haber sido su modelo, con Todos los hombres del presidente como ejemplo evidente.

Los archivos del Pentágono remite a El puente de sus espías, a su ritmo pausado y su gusto por el trabajo actoral. Es una película histórica relatada a través de las peripecias de personajes concretos, con las correspondientes decisiones cuestionables. Se privilegia al Post por encima de The New York Times. Además, Spielberg y sus guionistas se toman unas cuantas libertades respecto a la historia real. Y otorgan un escaso protagonismo a los whistleblowers, un rol siempre controvertido. Los personajes del filme no dejan de repetir que las filtraciones no afectaban la seguridad nacional, quizá para tranquilizar a la audiencia.

Denuncia con limitaciones

De nuevo, Hollywood traslada un problema presente al pasado para abordarlo de una manera menos conflictiva. Puede tener sentido evitar el presente inmediato, con la falta de perspectiva que eso comporta. Y ciertamente, el filme hace hincapié en que la cadena de mentiras en la política exterior no era patrimonio de un solo presidente. A su manera gamberra, la reciente Barry Seal hacía algo parecido: no solo se centraba en Ronald Reagan u Oliver North, sino que también salpicaba al entonces gobernador Bill Clinton en la implicación del gobierno estadounidense en el narcotráfico. En el filme de Spielberg, se alude a toda una tradición envenenada que incluye a Eisenhower, Kennedy, Johnson y también al mismo Nixon.

Los autores transgreden así la lógica del villano que sirve como cabeza de turco. E incluyen un buen apunte sobre las relaciones entre los magnates de la comunicación y la alta política como un factor que distorsiona el papel fiscalizador de la prensa. Pero reincide parcialmente en una inercia que comprometía el alcance critico de El puente de los espías. En aquel filme, la caza de brujas se consideraba una desviación corregible del camino recto que habían marcado los fundadores de la nación. Se trataba de una crítica reaccionaria: se buscaban respuestas en un pasado que ha sido idealizado a pesar de la segregación racial y el machismo.

En esta ocasión, Spielberg se fija más en aquello que entonces era el presente y el futuro, a la confrontación de la prensa con la administración Nixon y su caída tras el caso Watergate. Aún así, el cineasta no deja de incluir una cita de la América fundacional usada como brújula. La relativa dureza de Los archivos del Pentágono, comparada con el final autocomplaciente de El puente de los espías, también implica una cierta miopía sobre los fundamentos comunes de los conflictos que plantean ambos filmes. Porque tanto el macartismo como la guerra de Vietnam y sus mentiras derivan de la misma idea de luchar contra el comunismo por todos los medios, diplomáticos, militares y en forma de operaciones clandestinas.

Como el mismo Spielberg ha afirmado, su obra no es partidista, puesto que deja en pésimo lugar tanto al demócrata Johnson como al republicano Nixon. El hecho de que su defensa de la libertad de prensa sea calificada como izquierdista por algunos medios es una advertencia sobre la radicalidad de la nueva (o no tan nueva, por sus ecos reaganistas) derecha estadounidense.

Sí resulta más plausible que se acuse al director de ofrecer una visión algo ingenua del periodismo, en la película y más aún en sus declaraciones públicas sobre la película. Quizá a causa de su categoría de cineasta-empresario, que además transmite una cierta nostalgia crítica hacia el capitalismo dominado por dinastías familiares, Spielberg obvia que no solo el gobierno Trump amenaza la libertad de prensa. También lo hacen las grandes empresas y las corporaciones. Al fin y al cabo, ese The Washington Post del filme está ahora dominado por Amazon.

Leticia Dolera: "Me gustaría dar las gracias a los Feroz por permitirnos hacer esta noche... de azafatas"

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Las réplicas del movimiento #MeToo no entienden de fronteras. Si los pasados Globos de Oro dejaron un discurso de feminista para la historia, los premios Feroz tampoco han quedado exentos de una reivindicación protagonizada, entre muchas otras, por Leticia Dolera.

La actriz entregaba el premio Feroz a Mejor Dirección, que acabó recibiendo la directora de Verano 1993, Carla Simón. Sin embargo, también quiso aprovechar su momento en el escenario para desprenderse del guion que le habían preparado y reivindicar el papel de la mujer, tanto en la industria como fuera de ella.

Comenzó haciendo referencia a la propia organización de la gala, quienes decidieron transformar la edición de 2018 en "la más feminista" provocando que los galardones fueran entregados solo por mujeres del cine español. "Me gustaría dar las gracias a los miembros de los Feroz por permitirnos, tanto a mí como a mis compañeras, hacer esta noche... de azafatas. Digo, de entregadoras", afirmaba la actriz de forma irónica.

Las palabras de Dolera, a veces camufladas entre risas, reflejaron entre los presentes algunas realidades incómodas, como las dificultades de las actrices para prosperar a medida que cumplen años. "Encajo en el perfil normativo que el hetereopatriarcado ha creado para nosotras: soy blanca, delgada y estoy en edad de procrear", mencionaba la intérprete. Añadía que, no sabía qué ocurriría con su carrera "dentro de 10 o 20 años", cuando no tuviera "cara de niña".

También aprovechó la oportunidad para hablar de la poca paridad en las nominaciones a los principales premios. "Este año, de las personas que optan a mejor dirección, que son seis, dos son mujeres. Es decir, que el 33% de las nominadas son mujeres", explicaba Dolera. Continuaba preguntándose, en tono sarcástico, "¿qué pasará el año que haya paridad? A lo mejor están haciendo de azafatos Álex de la Iglesia, Antonio de la Torre o Javier Gutiérrez".

Dolera, que en eldiario.es denunció los abusos recibidos durante su carrera profesional, recibió una gran ovación poco antes de pronunciar el nombre de Carla Simón, quien también empleó la ocasión para mandar otro mensaje: "Mujeres, escribid, dirigid, cread".

'La forma del agua' encabeza la carrera hacia los Oscar con trece nominaciones

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La Academia de cine de Hollywood ha desvelado este lunes las nominaciones para la 90 edición de los Oscars. Los actores Tiffany Haddish y Andy Serkis se han subido al estrado del Teatro Samuel Goldwyn de Los Angeles para anunciar las candidaturas.

La gala de entrega, que tendrá lugar el próximo 4 de marzo y contará de nuevo con Jimmy Kimmel como maestro de ceremonias, podrá coronar a Tres anuncios a las afueras, siguiendo la estela de los Globos de Oro, La forma del agua y Dunkerque, que parten como favoritas al contar con el mayor número de nominaciones.

Mejor película

Tres anuncios a las afueras

La forma del agua

Lady Bird

Los archivos del Pentágono

El hilo invisible

El instante más oscuro

Dunkerque

Call me by your name

Déjame salir

Mejor director

Greta Gerwig, por Lady Bird

Guillermo del Toro, por La forma del agua

Jordan Peele, por Get Out

Paul Thomas Anderson, por El hilo invisible

Christopher Nolan, por Dunkerque

Mejor actor

Denzel Washington, por Roman J. Israel, Esq.

Daniel Day Lewis, por El hilo invisible

Daniel Kaluuya, por Get Out

Gary Oldman, por El instante más oscuro

Timothée Chalamet, por Call Me by Your Name

Mejor actriz

Frances McDormand, por Tres Anuncios a las afueras

Saoirse Ronan, por Lady Bird

Sally Hawkins, por La forma del agua

Meryl Streep, por Los archivos del Pentágono

Margot Robie, por Yo, Tonya

Mejor actor secundario

Willem DaFoe, por Florida Project

Woody Harrelson, por Tres anuncios a las afueras

Richard Jenkins, por La forma del agua

Christopher Plummer, por Todo el dinero del mundo

Sam Rockwell, por Tres anuncios en las afueras

Mejor actriz secundaria

Leslie Manville, por El hilo invisible

Mary J. Blige, por Mudbound

Allison Janney, por Yo, Tonya

Laurie Metcalf, por Lady Bird

Octavia Spencer, por La forma del agua

Mejor guión original

La forma del agua

Get Out

Tres anuncios a las afueras

Lady Bird

The Big Sick

Mejor guión adaptado

Disaster artist

Mudbound

Logan

Molly's Game

Call me by your name

Mejor película de animación

El bebé jefazo

El pan de la guerra

Coco

Ferdinand

Loving Vincent

Mejor cortometraje de animación

Dear Basketball

Garden Party

Lou

Negative Space

Revolting Rhymes

Mejor diseño de vestuario

La forma del agua

Victoria y Abdul

La bella y la bestia

El hilo invisible

El instante más oscuro

Mejor documental

Abacus: Small Enough to Jail

Faces Places

Icarus

Last Men in Aleppo

Strong Island

Mejor cortometraje

DeKalb Elementary

The Eleven O’Clock

My Nephew Emmett

The Silent Child

Watu Wote/All of Us

Mejor cortometraje documental

Edith+Eddie

Heaven Is a Traffic Jam on the 405

Heroin(e)

Knife Skills

Traffic Stop

Mejor dirección de fotografía

Blade Runner 2049

El instante más oscura

Dunkerque

La forma de agua 

Mudbound

Mejor maquillaje y peluquería

El instante más oscuro

Wonder

Victoria y Abdul

Mejor película de habla no inglesa

Una mujer fantástica (Chile)

The insult (Líbano)

En cuerpo y alma (Hungría)

Loveless (Rusia)

The Square (Suecia)

Mejor canción original

The Mistery of Love, de Call me by your name

Stand up for something, de Marshall

Mighty River, de Mudbound

Remember Me, de Coco

This Is Me, de The Greatest Showman

Mejor banda sonora original

Carter Burwell, por Tres anuncios a las afueras

Alexandre Desplat, por La forma del agua

Johnny Greenwood, porEl hilo invisible

Hans Zimmer,por Dunkerque

John Williams, por Star Wars: el último Jedi

Mejor mezcla de sonido

Dunkerque

La forma del agua

Baby Driver

Blade Runner 2049

Star Wars: el último Jedi

Mejor edición de sonido

Baby Driver

Dunkerque

La forma del agua

Blade Runner 2049

Star Wars: el último Jedi

Mejor diseño de producción

Dunkerke

La forma del agua

La bella y la bestia

Blade Runner 2049

El instante más oscuro

Mejores efectos visuales

Dunkerque

Kong: la isla de la calavera

Star Wars: el último Jedi

Blade Runner 2049

La guerra del planeta de los simios

James Franco se queda fuera de las nominaciones a los Oscar tras las acusaciones de acoso

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Tras décadas haciendo la vista gorda, Hollywood parece dispuesto a no dar la espalda al movimiento 'Me too'. James Franco se hizo con el Globo de Oro a Mejor Actor de comedia o musical por The Disaster Artist . Esa noche, varias actrices expresaron su indignación en las redes sociales afirmando haber sido víctimas de acoso sexual por parte del actor californiano. Días después, tres actrices más contaban al diario Los Angeles Times como Franco había tenido comportamientos inapropiados con ellas.

Ahora, Franco se ha quedado fuera de las nominaciones principales de los Oscar que se han conocido este martes. No está nominado ni a mejor película, ni director, ni actor... Y The disaster artist solo consigue una nominación en la categoría de mejor guion adaptado.

Muy significativa ha sido también la nominación para los Oscar de Christopher Plummer como mejor actor secundario por su papel en Todo el dinero del mundo. 

El veterano actor fue reclutado a última hora para interpretar todas y cada una de las escenas de Kevin Spacey en la cinta de Ridley Scott después de las acusaciones de acoso sexual vertidas sobre el protagonista de House of Cards.

En la que seguro que será una de las galas más reivindicativas de la historia de los premios, también se queda fuera la película de Woody Allen Wonder Wheel. Kate Winslet, protagonista del film, no ha logrado finalmente estar entre las candidatas al Oscar como mejor actriz en un momento en el que la hija del director, Dylan Farrow, se ha reafirmado en las acusaciones de abuso, lo que ha hecho que varias actrices y actores hayan renegado de trabajar con él.

Julián López: "El secreto mejor guardado del cine español es el nombre de nuestros acosadores sexuales"

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Era su primera gala como presentador, pero Julián López demostró en los premios Feroz que hay temas ante los que no nos podemos achicar. En un evento que quiere heredar lo mejor de los Globos de Oro, la reivindicación es un ingrediente necesario en el discurso de arranque. Y así fue. 

"El secreto mejor guardado del cine español es el nombre de los acosadores sexuales. Lo que pagaría por saber quién se está poniendo nervioso ahora mismo. Es broma, todos sabemos que aquí en España no puede haber un productor como Harvey Weinstein", comenzaba el actor de Fe de etarras.

La V edición de los premios Feroz ya se había reconocido como "la más feminista" de todas, ya que todos los premios iban a ser entregados por las mujeres de la industria. Esta decisión no convenció a todas, como a Leticia Dolera, que agradecía socarrona a la organización que hubiesen permitido tanto a mí como a mis compañeras, hacer esta noche de azafatas. Digo, de entregadoras".

En cualquier caso, Julián López quiso dar el pistoletazo de salida emulando a Seth Meyers y abordó de primeras la problemática del acoso sexual. Con humor, eso sí, aunque las risas fuesen tímidas y reinase un silencio incómodo en el Polideportivo Magariños de Madrid.

"Harvey Weinstein invitaba a una copa a las mujeres y después las agredía. Aquí un productor jamás te invitaría a nada. De hecho, yo tengo una teoría de por qué no han salido todavía nombres. Aquí en España copiamos a los americanos con diez años de retraso, aquí los productores todavía se están comprando el batín", calentaba el presentador.

"No digo todos, eh. Algunos productores todavía están comprando taquilla", dijo para después relajar y pedir un aplauso "sincero" para aquellos que arriesgan y sacan las películas adelante.

Una vez que el público se hubo acostumbrado al tono ácido de López, los vítores y aplausos rompieron el silencio. Al fin y al cabo, España no está acostumbrada a oír hablar (ni en esos términos ni en ninguno) de acoso sexual. Pero eso, gracias a los Feroz, a Julián López, a las actrices y directoras de nuestro país, tenía que cambiar en algún momento.

'Brigsby Bear', o cómo salir de la zona de confort vestido de oso de peluche

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A principios de los ochenta, una generación de españoles creció viendo a las marionetas de Jim Henson, pero también escuchando atentamente las lecciones de la versión española que daban Espinete, Don Pimpón, la Gallina Caponata y compañía. Ideas y conceptos sobre la vida que se vehicularon en multitud de tabulas rasas de tal forma que su alcance entre los adultos de hoy se antoja incalculable. Pero, ¿y si hubiésemos crecido sin ver nada más que Barrio Sésamo durante toda la vida? ¿Qué idea tendríamos del mundo?

Brigsby Bear nos pone en esta tesitura para narrarnos la historia de James Pope, un joven que no ha salido jamás de su casa. Sus padres le mantienen dentro de un hogar seguro para él y le aseguran que fuera el aire es tóxico. Ha crecido sin ver ni escuchar nada más que un programa infantil protagonizado por un oso de peluche llamado Brigsby que viaja por la galaxia salvando planetas de las garras del malvado Sun Snatcher -interpretado asombrosamente por Mark Hamill-. Su idea del mundo es eso y nada más, así que cuando se vea forzado a dejar la casa y descubra que el mundo exterior es perfectamente habitable, la realidad le pondrá en su sitio.

Los extraños vericuetos de la distribución española la han dejado sin estreno en salas y llega al mercado doméstico de la mano de Sony Pictures. Dave McCary dirige una historia tragicómica escrita y protagonizada por su amigo de la infancia Kyle Mooney. Ambos se hicieron un hueco en la comedia gracias a Good Neighbor, un grupo cómico que crearon juntos y que les ha llevado hasta el late show más famoso de la televisión estadounidense, Saturday Night Live. Su primera película pasó con éxito por Sundance y Sitges, convirtiendola en uno de los títulos indies del año -pasado, se entiende-. Estamos ante una equilibrada mezcla de géneros que reflexiona sobre cómo la creatividad y la ficción nos pueden ayudar a sentirnos más cerca de los demás.

El programa infantil que te salvó la vida

Lo primero que escuchamos en Brigsby Bear, todavía con la pantalla en el más absoluto negro, es el sonido que hacíamos al meter una cinta VHS en el reproductor cuando estábamos nerviosos y no acertábamos el vídeo en la ranura a la primera. Acto seguido vemos una grabación en ínfima calidad y con unos efectos especiales absolutamente sonrojantes de un oso de peluche que desmonta los malvados planes de un sol parlante y luego nos enseña ecuaciones.

De pronto, la cámara nos muestra la cara de James Pope, interpretado por Kyle Mooney, anonadado mirando al televisión. Su habitación está llena hasta los topes de merchandising del oso espacial que acabamos de ver. Ese es su mundo y al igual que él, todos nos hacemos una idea de lo que nos rodea en base a lo que vemos, sentimos, escuchamos y leemos. Una idea, en todo caso, siempre subjetiva cuya comprensión y aceptación nos hace estar más o menos seguros de quienes somos.

Bien lo saben los responsables de Brigsby Bear que, mediante su protagonista, exorcizan reflexiones de una generación que creció pegada al televisor y para los que la cultura pop ha sido un credo. Religión a la que rendir tributo mediante figuritas, juguetes y pósteres, traducción capitalista de las imágenes y tótems sagrados de antaño.

Partiendo de su premisa, la opera prima de Dave McCary nos ofrece una visión de esta cultura como prisión del pensamiento para luego desarrollar una tesis amable con sus celdas. Para explicarnos por qué a él y a Kyle Mooney, aquellos VHS y juguetes les salvaron la vida y les llevaron hasta donde están.

Mediante un conseguido manejo del tono, tierno y mordaz al mismo tiempo, Brisgby Bear narra la historia de un pez fuera del agua que se verá obligado a entender que la realidad es más grande que sus obsesiones. Sin, por ello, ser un film de los que se entretiene en lo divertido de su comportamiento en el hábitat ajeno. No encontraremos en ella más chistes de los necesarios sobre qué es lo que James entiende y qué no. Tampoco estamos ante una suerte de secuela cómica de La Habitación ni ante la versión televisiva de Frank, ejemplos de películas sobre peces y peceras humanos dirigidas por Lenny Abrahamson. Más bien nos enfrentamos a los pormenores de la adaptación a un universo nuevo.

La creatividad como arma para relacionarnos

Si metiésemos en una trituradora el Canino de Yorgos Lanthimos, el Show de Truman, BoJack Horseman y Rebobine, por favor, y con el resultado del hiciésemos un pudding agradecido y dulce... tendríamos algo parecido a Brigsby Bear.

El film de McCray y Mooney aborda con mimo e inteligencia el vértigo a salir de la zona de confort. También la necesaria comprensión de los demás para dar el paso, y lo que tenemos que sacrificar al hacerlo. Pero no lo hace mediante una herramienta narrativa baladí: su discurso opta por reflexionar sobre la capacidad que tiene la cultura pop para allanarnos el camino, ayudándonos a conectar con los demás gracias a la ficción.

No en vano, es la realización de una película lo que ayudará a James a comprender que no está solo en el mundo. Aunque por el camino, un desarrollo alocado nos pueda llevar a pensar que Brisgby Bear es un canto a la inmadurez, dado el confeso peterpanismo de sus creadores. James Pope se comporta como un niño a sabiendas de que esto no le trae más que problemas. Pero resulta que su falta de conocimiento práctico sobre el mundo adulto es, justamente, lo que despierta la creatividad de los demás.

En la misma línea que Yo, él y Raquél, otra película indie surgida de los hornos de Sundance, el cine será la redención aunque duela. Demostrando que la creación -tome la forma que tome-, también es una forma de entender quiénes somos y qué podemos hacer con el tiempo que se nos ha dado. Algo que, en estos tiempos, nos conviene no olvidar.


Vanity Fair borra a James Franco de su portada por las acusaciones y pone tres piernas a Reese Witherspoon

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Vanity Fair ha hecho pública la portada de su último numero especial sobre Hollywood y no ha pasado desapercibida por múltiples motivos. 

La revista ha seleccionado a 12 estrellas, desde Oprah a Tom Hanks, pero en principio iban a ser 13. Vanity Fair decidió en el último momento borrar digitalmente de la sesión de imágenes a James Franco después de que cinco mujeres acusaran al actor de acoso sexual.

"Tomamos la decisión de no incluir a James Franco en la portada sobre Hollywood una vez que supimos de las acusaciones de comportamiento inapropiado contra él", explica una portavoz de la revista a Hollywood Reporter. 

El mismo medio confirma a través de varias fuentes que Franco posó para la sesión dirigida por la célebre fotógrafa Annie Leibovitz. Los artistas posaron en grupos y luego la composición final se montó a través de varias imágenes, por lo que la decisión de eliminar al actor californiano de la portada no requirió de una nueva sesión fotográfica. 

 Tras ganar el Globo de Oro como mejor actor por The disaster artist, Franco fue acusado por varias mujeres de acoso. Franco se quedó finalmente sin nominación en los Oscar por su intepretación, y la película que cuenta la historia de The Room solo opta al galardón al mejor guion adaptado.

Manos y piernas de más por exceso de Photoshop

La portada también está recibiendo críticas debido al exceso de Photoshop sobre sus protagonistas. Hasta tal punto se han pasado con los retoques digitales que la actriz Reese Witherspoon parece tener tres piernas en la fotografía y Oprah aparece con tres manos en una de las instantáneas.

La propia Witherspoon ha tuiteado al respecto, pidiendo con humor que espera que la acepten como es con sus tres piernas. Oprah le ha respondido haciendo alusión también al error con Photoshop que le ha puesto una mano de más.

Vanity Fair ha asegurado a través de Twitter que la mano extra de Oprah fue un error que ya han arreglado en la versión online, mientras que la tercera pierna de Witherspoon sería un pliegue del vestido.

La secuela de 'El resplandor' llevará al cine los terrores de Danny adulto

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Mike Flanagan (director de El juego de Gerald y Hush entre otras) será el encargado de adaptar a la gran pantalla la secuela de El resplandor, según adelanta el medio especializado Deadline. La película se basará en la novela de Stephen King Doctor Sleep (Doctor Sueño) que fue publicada en 2013.

La continuación de la historia de Stephen King se centra en la vida de Danny Torrance, el que fuera el niño de El resplandor. Con 40 años, tiene que enfrentarse a los mismos demonios que acabaron con su padre en el hotel Overlook: la ira y el alcoholismo.

Estos problemas empañan el don de Danny, su resplandor, un poder que volverá cuando deje el alcohol. En ese momento compartirá su habilidad con una joven que es perseguida por un grupo que quiere apropiarse de este poder.

La segunda parte de El resplandor establece conexiones con su predecesora en el cine. El libro de Stephen King fue llevado con éxito a la gran pantalla por Stanley Kubrick en 1980. La película estuvo protagonizada por Jack Nicholson, Shelley Duvall, Danny Lloyd y Scatman Crothers.

Kubrick tenía claro desde el principio que haría cambios respecto a la historia original en la que se basaba, la novela de Stephen King. No le gustaba que terminara con un fallo en la caldera que hacía que todo el hotel saltara por los aires con Jack dentro y madre e hijo a salvo en el exterior. No fue el único cambio, de hecho El resplandor más que una adaptación es una reimaginación de la novela de Stephen King, que no acabó de convencer al escritor.

De hecho hubo otra adaptación, en este caso para la televisión, que sí contó con la aprobación del escritor. El resplandor en formato miniserie de tres capítulos llegaba en 1997 interpretada por Rebecca De Mornay y Steven Weber.

'Call me by your name', una historia de amor necesaria y no solo por ser gay

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Uno sabe cuándo está viendo una escena para la historia. Es una sensación que no se puede medir en discursos grandilocuentes, en la calidad de la fotografía ni por una acción trepidante. De hecho, puede ser bastante mediocre en estos tres aspectos y seguir transmitiendo una imagen de perpetuidad.

En Call me by your name podríamos destacar varias, pero hay una que sobresale por lo cotidiano, lo bello y lo salvaje (si se quiere) de la pasión descontrolada. Elio, de diecisiete años, se enfrenta a su verdadera sexualidad tras la irrupción de Oliver, un atractivo aprendiz de su padre al que invitan a veranear a su casa de la Toscana.

Las ganas le desbordan, pero el temor hacia lo desconocido le hace encerrarse en la buhardilla, poner una emisora sugerente en la radio italiana y masturbarse. Lo hace con la ayuda de un melocotón al que previamente le extrae el hueso. Cuando Oliver lo encuentra, Elio se desespera de la vergüenza, pero el americano lo tranquiliza y se come la fruta en un gesto solidario de que el placer y el amor homosexual no debería ser algo bochornoso.

A pesar de que la película no muestra sexo explícito entre los dos protagonistas, esta escena ha impactado a nivel mundial. El mismo director, Luca Guadagnino, pensó que era tan compleja de mostrar en imágenes que debía ser eliminada. Pero, como muestra la novela original de André Aciman y pasada la conmoción del principio, el momento es más simbólico y necesario de lo que aparenta.

Lo vi ponerse el melocotón en la boca y comérselo lentamente, mirándome con tanta intensidad que pensé que incluso hacer el amor era para menos. Estaba llorando porque ningún extraño había sido tan amable o había ido tan lejos por mí. Estaba llorando porque nunca había sentido tanta gratitud y no había otra manera de demostrarlo.

El personaje del multipremiado Timothée Chalamet, Elio, representa una vez más la lucha interna del que nace en un mundo que premia la heterosexualidad. En ese aspecto, no es nada diferente a lo que contaba Moonlight el año pasado y encima sin la doble discriminación racial. Lo interesante de la relación entre Elio y Oliver es, pues, que explora muchas más cosas.

Los actores de la película se han esforzado en expresar que Call me by your name no es solo una historia de amor queer. No lo dicen porque renieguen de la etiqueta -de hecho el propio Armie Hammer es abiertamente gay-, sino justo por lo contrario.

Ya basta de tragedias griegas representadas por dos hombres o dos mujeres. Ya basta de la típica historia de amantes de Teruel donde el mundo confabula para que dos personas no puedan vivir su romance como cualquier pareja cis del planeta. La cultura cinematográfica tiene pendiente explorar el amor entre otras sexualidades de forma natural y crear historias en las que querer a una persona del mismo sexo no sea sinónimo de enfrentarse a una odisea imposible.

"Me encantó eso de la película. Nadie enferma, nadie es golpeado por campesinos sureños. Nadie es rechazado por su familia o por sus amigos. Nadie tiene que salir del armario y luego sufrir las consecuencias", explicó Hammer a Vanity Fair.

Lo único que conspira contra los dos hombres de Call me by your name es el tiempo o, inclusive, la diferencia de edad y los distintos momentos vitales de cada uno. Y eso es algo que no entiende de sexualidades. 

Diferencia de edad sin roles de poder

Call me by your name está ambientada en 1983, lo que significa que el SIDA no había entrado aún en escena, aunque sí hace una breve mención al armario. En cualquier caso, nada que impida a los protagonistas vivir un amor cocinado a fuego lento en el que se unen varios factores con los que es muy fácil empatizar.

Elio es el típico chaval privilegiado, que vive con dos eminencias por padres, toca el piano de oído como un virtuoso y mata el sopor estival leyendo grandes clásicos. Se aburre del verano, de los amores de una tarde, de sus padres, de los amigos de sus padres y de la vida, como todo buen adolescente. Lo único que anima su existencia es Oliver, quien al principio le trata con la displicencia del veinteañero atractivo que se sabe un objeto de deseo. 

La tensión es un recurso muy agradecido en el cine, y Guadagnino la explota en cada escena hasta el clímax. Los dos actores se prestan a ello, incluso dejando patente sus diferencias y una importante brecha de edad. Oliver, tan arrollador y consciente de su propia belleza. Elio, tan adelantado a su edad pero con la inocencia del que cree que esconde bien sus inseguridades tras una mampara de cristal.

"Llámame por tu nombre", pactan para no tener que dar explicaciones. El verano es demasiado corto para hacerlo.

Call me by your name desarma (y funciona) porque, por una vez, la diferencia de edad no es representada por la chica precoz o la madurita potente. Tampoco se basa en un conflicto de poderes, donde el mayor somete y el pequeño se resigna. Elio se rinde ante el aprendiz, pero nunca es utilizado como pasatiempos veraniego por este último.

La muestra es la charla final que ambos mantienen por teléfono, donde Elio es el reflejo de una generación esperanzada y libre; una brillante oportunidad que no tuvieron otros como Oliver, que apenas le saca unos años pero los suficientes como para verse obligado a regresar al armario y casarse con una mujer.

Elio, aún en 1983, se convierte en el adalid cotidiano del despertar homosexual. Lo hace con timidez y pasión, ya sea hacia un hercúleo maromo, una chica del barrio o un melocotón deshuesado. Pero lo más importante es que vive una historia de amor que no le hace daño, que no le recriminan ni por la que le vayan a partir la cara. Ya no.

'El Cosmonauta': los secretos y la caída en desgracia de una odisea 'crowdfunding'

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Hoy está muy lejos de ser considerada una pieza que revolucionó la industria del cine español y que cambiaría para siempre las reglas del juego de la producción y la distribución de películas. Pero hubo un momento en el que se soñó con aquello: El cosmonauta, la película de 2013 dirigida por Nicolás Alcalá y financiada por crowdfunding se planteó como un cambio de paradigma total. Una película con literalmente cientos de pequeños productores y, en un salto mortal absoluto en términos creativos, concebida a golpe de inteligencia colectiva y siguiendo la cultura creative commons.

Todos sus micromecenas pudieron opinar sobre el guion, sobre el proceso de preproducción… para encontrarse, finalmente, con una película que satisfizo a muy pocos. Empezando por sus propios responsables directos, que se vieron haciendo un film que no era exactamente la que querían, y continuando por los micromecenas a los que les costó seguir el hilo de la historia que proponía la productora Riot Cinema a través de un enrevesado laberinto de propuestas transmedia.

Lo que empezó como una película de ciencia ficción más o menos inspirada en la simbólica obra de género de cineastas como Andréi Tarkovsky se convirtió, debido a la absorbente personalidad de Alcalá y a continuos problemas presupuestarios que impidieron rodar todo como estaba previsto, en un film evocador y poético, donde el cosmonauta del título ya no era un guiño a la carrera espacial soviética de los sesenta, sino una presencia algo mas espiritual.

La película se transformó a lo largo de un proceso penoso y apasionante, y que ahora narra Hard As Indie, un documental de Arturo M. Antolín que desde el 26 de enero se puede ver de forma gratuíta en Filmin y en la web oficial de la película. La accidentada carrera anticomercial de El Cosmonauta, que ahora mismo está en un limbo legal que dificulta su explotación (pero también está en Filmin) encuentra una curiosa guinda con este Hard As Indie, un detalladísimo repaso a cómo nació, creció, implosionó y fue enterrado un proyecto que posiblemente nunca tenga continuidad.

Hard As Indie nació, tal y como nos cuenta Antolín, "por cercanía" con el proyecto de El Cosmonauta. "Yo había colaborado con el proyecto en dos ocasiones: antes del rodaje en 2011 y durante el proceso de edición de la película (sobre todo del transmedia) en 2012/2013. Así que conocía a mucha gente de dentro y me sabía algunas de las historias", cuenta al diario.es.

"Fue más tarde, a principios de 2015 cuando se me ocurrió la idea del documental con todo el material que se había grabado durante los años del proyecto. Yo ya había visto todo lo que tenían del rodaje, así que sabía que había muchas cosas interesantes ahí y pensé que haciendo entrevistas para cubrir toda la parte de preproducción y postproducción, podía salir suficiente para hacer un documental", explica sobre el proceso.

"Lo que no sabía es qué iban a pensar ellos del tema, al fin y al cabo necesitaba su "bendición" para poder acceder al material y con todo lo problemática que había sido la cosa al final del proyecto, no sabía muy bien si preferirían que todo se quedase ya en un cajón y la gente se olvidase del tema. Para mi sorpresa a las pocas horas los tres responsables (Bruno, Carola y Nico) contestaron individualmente diciendo que sí", añade sobre cómo los creadores de El Cosmonauta se han tomado este documental.

Bruno, Carola y Nico son Nicolás Alcalá -guionista y director de El Cosmonauta-, Bruno Teixidor y Carola Rodríguez, son socios de Riot Cinema y auténtica fuerza motriz no solo de la película original, sino también del documental: "Las sorpresas fueron sobre todo en las entrevistas con Bruno y Carola, cuando me hablaron de cómo había cambiado la relación de ellos durante el proyecto y sus sentimientos respecto a lo que acabó siendo la película".

En Hard As Indie, muchos choques entre los tres se verbalizan, y muchos otros se sugieren. Afirma Antolín que "eran cosas que aunque me podía imaginar, nunca ninguno de ellos me había dicho tan directa y claramente. Hubo un par de momentos durante las entrevistas en los que recuerdo pensar para mí mismo ‘cómo es posible que me esté diciendo esto en cámara’. Me encontré muy sorprendido de lo poco que quisieron evitar temas que les tocaban a nivel personal, ninguno de los tres."

Por eso, el tono del documental es decididamente agridulce. Hay una película que mostrar al mundo, un proyecto larguísimo que finalmente llegó a buen puerto, pero las desavenencias fueron tantas y el camino tan tortuoso que es inevitable que una nube pesimista impregne todos los recuerdos que dan forma a Hard As Indie: "De inicio me esperaba algo mucho más celebratorio", dice Antolín. "Según hacía entrevistas me daba cuenta de que el sabor agridulce que yo mismo tenía como parte del proyecto (y que en retrospectiva es posiblemente por lo que se me ocurrió hacer el documental) lo tenían todos, y el tiempo que había pasado desde el estreno les permitía expresarlo ya claramente".

Esa apatía a toro pasado contrasta con la impresionante labor de documentación que Antolín ha llevado a cabo para Hard As Indie, y que debe su solidez a la gran cantidad de material que dos miembros del equipo, Alberto López y Daniel Torrelló, grabaron del rodaje: "Horas y horas. En cuanto podían cogían una cámara y se ponían a grabar. Nunca hubiese salido este documental si no hubiese sido por su empeño en documentarlo todo". Lo cual dio una dificultad añadida al proyecto: "No fue fácil seleccionar qué meter en la película. Yo a inicios de 2013 hice un primer montaje de un making of del rodaje, que la idea era sacar a la vez que la película. En ese momento era Alberto el que lo llevaba y fue él quien hizo gran parte de las entrevistas hablando del rodaje. Finalmente ese making of no vio la luz, pero para mi fue clave para entender lo que había sucedido en el proyecto y que yo, al no haber estado en el rodaje, desconocía."

Finalmente, el director extirpó todo lo que no fuera la historia de la gestación de El Cosmonauta, su alzamiento y caída, y la evolución en las relaciones de los que estaban detrás: "La parte del rodaje era el centro de la película y era de lo que tenía más imágenes y por tanto lo más vistoso, pero no quería pasarme y monopolizar el documental", afirma el director.

"El rodaje de El Cosmonauta tenía que ser un soporte más que contase la historia, un punto de inflexión absoluto, pero había más cosas que contar y no podía excederme. Corte unos veinte minutos de cosas que ocurrieron durante el rodaje, muy interesantes o graciosas. Pero no tenían sitio en la historia que realmente estábamos contando".  

Esa labor de selección de material obedece también a un propósito importante: Hard As Indie es disfrutable aunque no se haya visto El Cosmonauta y aunque no se conozcan los intríngulis de la financiación: "Hay mucha información que era necesaria transmitir al espectador para que comprendiese de lo que se estaba hablando: crowdfunding, creative commons, la historia de la película, ICAA, quién es quién entre la gente que aparece, cifras monetarias, VOD... muchos términos y conceptos que había que contextualizar. Pero qué es el crowdfunding y cómo funciona no me interesaba en absoluto. Hay cien documentales más al respecto, no quería contar eso de nuevo; pero a la vez, tenía que dar los mínimos".

Tal y como está planteado, Hard As Indie funciona como una película independiente. Relata la creación de una película real, sí, pero el espectador se queda pasmado de ver cómo los protagonistas evolucionan como si fueran personajes de ficción. "En mucha medida la historia de lo que sucedió no hubiese estado mejor estructurada ni aunque la hubiese escrito en un guion. Joseph Campbell [el creador del esquema narrativo del viaje del héroe en el que se basan casi todas las ficciones] se hubiese sentido muy orgulloso de que la realidad se adapte tan bien a sus modelos", concluye Antolín.

Compositores españoles a la sombra del Goya

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Si nos parásemos a pensar, o mejor, si tuviésemos delante a la presentadora de aquel vetusto concurso de la televisión que nos señalara ante la cámara y nos preguntara, "Por 25 pesetas, dígannos… ¡nombres de compositores del cine español!", ¿Qué contestaríamos? ¿Cuántos segundos podríamos aguantar en silencio antes de decir el nombre de Alberto Iglesias para luego dejar que discurriese el minutero?

Si nos esforzásemos, tal vez podrían venir a nuestra mente los nombres de Roque Baños, ocho veces nominado en Los Goya, o de José Nieto, diez veces candidato. Casi todo hombres. Pero lo cierto es que, desde que los premios de nuestro cine existen, se han entregado 31 cabezudos a Mejor Música Original de los cuales diez se los ha llevado Iglesias. Es decir, que el genio de San Sebastián se ha hecho con un 32% de los Goya de su categoría, lo que deja al resto de compositores de la historia del cine español con la verdad matemática de que prácticamente uno de cada tres años no les va a tocar a ellos. Decir que Alberto Iglesias es la Meryl Streep de las bandas sonoras españolas es quedarse muy corto.

A la sombra de la enormidad de la figura de este, se cuentan por centenares los talentos que ponen música a nuestro cine. De hecho, este año coinciden en la categoría nombres muy importantes de la composición en nuestro país más allá de -cómo no-, Alberto Iglesias que compite con la partitura de La cordillera.

Pascal Gaigne puede ganarlo por Handia; es la cuarta vez que opta un Goya y parte con fuerza tras ganar el galardón homónimo en los Premios Feroz. Alfonso Vilallonga puede hacerse con su segunda estatuilla tras Blancanieves, habiéndose hecho con la Mejor Música en los Premios Gaudí por La Librería. Y Chucky Namanera se reivindica como la opción más rompedora, siendo como es su nominación por Verónica un merecido reconocimiento a una obra con una fuerza sintética apabullante. Todos, talentos más que probados pero poco mediáticos.

Verónica, más que un ejercicio noventero

La última película de Paco Plaza parte con siete nominaciones incluyendo mejor película y director. Su banda sonora la compone Chucky Namanera, también conocido como Eugenio Mira, director de películas como Grand Piano o Agnosia que convive con un Alter Ego de nombre latino que compone la música de films de género como Los Cronocrímenes de Nacho Vigalondo o Verónica de Paco Plaza. "En el tema del cine hay una imagen que quería evitar que era la del director que hace sus propias bandas sonoras. Cuando haces esto te empieza a rodear una aura rara como de hombre del renacimiento que es contraproducente porque resulta un tanto ridícula", explica a eldiario.es el propio Mira sobre su seudónimo artístico.

"Con este seudónimo quería escapar a esa importancia que a veces se le da a la figura del director. Si la banda sonora y la película la hacen personas distintas, las miradas se centran menos en mí. Lo que pasa es que es un chiste que se ha ido haciendo grande cada vez más", dice. En los premios Feroz, de hecho, su nominación iba anunciada con el nombre de Chucky pero entre paréntesis figuraba el suyo propio. "Es una chorrada pero me divierte. Yo me imagino a Chucky como alguien que vive en Miami y que está haciendo orquestaciones para Rubén Blades o Gloria Estefan", bromea.

En su trabajo para este film, Mira combina de forma genial el sonido del cine de terror con una suerte de rebeldía juvenil íntimamente ligado al desarrollo de la protagonista de la historia. Ambas sensibilidades se compenetran de tal forma que el resultado suena genuinamente vintage. "Resulta que cuando Paco (Plaza) se metió en el tema de Verónica, andaba buscando a alguien que encontrase ese contraste de la época. Quería que la música recordara a una película de terror de los noventa, pero que no fuese solo un homenaje, sino algo más orgánico. Algo como lo que hacen en Stranger Things, que es invocar totalmente esa época de los ochenta, pero a otro nivel y en los noventa", explica.

Todo, se combina con temas originales de grupos e ídolos de la época, bálsamo y refugio de la protagonista. "Paco quería que Héroes del Silencio fuese una pieza troncal de la adolescencia de la protagonista. Tenían ese rollo romántico gótico de guitarras fundidas en reverb que sonaba muy épico, así que para que todo encajase teníamos que entrar también en ese mundo melancólico, evocador o de tragedia inevitable. Al fin y al cabo, la película es una cuenta atrás. Así que eso fue lo que manejamos a nivel semántico", reflexiona.

Para él, era muy importante que el personaje de Verónica viese en la música una vía de escape de su realidad. "Es una niña que debería ser mujer, o eso le dice todo el mundo cuando le recuerda que aún no tiene la regla. Por otra parte está ejerciendo de madre porque la figura paterna está ausente y la materna se pasa el día trabajando. Es decir: tiene miedo a ser niña y pánico a ser mujer. Así que lo que la mantiene en el presente son las carpetas es escuchar Héroes del Silencio", cuenta Eugenio Mira.

El director de Grand Piano confiesa que para él es un placer ver a una película de género y sin holgado presupuesto como es Verónica, en las categorías más importantes de estos Goya. "Mi generación ha visto de todo. Cuando teníamos veinte años, Alex de la Iglesia ya se colaba en los Goya con su trabajo. Luego llegó Amenábar con Los otros y más tarde Bayona con El Orfanato. Ha habido una especie de cocción lenta hasta normalizar la presencia del terror en premios de la Academia, pero también creo que es debido a un cambio en la demografía de los académicos. Mi generación de profesionales del cine ha tardado veinte años en hacerse ver, pero ya empieza a constar en los premios y obviamente tiene otra sensibilidad".

La librería, talentos que se entienden

Alfonso Vilallonga trabajó en el cine por primera vez de la mano de Isabel Coixet. Ambos compusieron juntos la Banda Sonora de Cosas que nunca te dije y desde entonces han sido amigos y partenaires profesionales. "Hace ya más de veinte años que conozco a Isabel. Ambos hemos evolucionado, de la misma forma que lo ha hecho nuestra relación. Es como una vieja amistad que se ha ido renovando y tengo la sensación, además, que en esta ocasión hemos vuelto un poco al terreno del principio, a algo íntimo y parecido a lo que hicimos en el 96", asegura Vilallonga.

Después de su debut vinieron A los que aman, Mi vida sin mí, Ayer no termina nunca y La librería, todas con Isabel Coixet. Con la última compite por el Goya a Mejor Música este año. "La librería es una historia muy Coixet aunque sea un guion adaptado. Es una reflexión sobre la ilusión y coraje que ella ha hecho muy suya, aunque también hay mucho de mí en la partitura. Por eso me recuerda un poco a nuestra primera colaboración, porque recupera eso de cuando dos mundos creativos se encuentran y se retroalimentan", intenta explicar el compositor, actor y cantante.

"Cuando vi por primera vez la película, en la sala de montaje y sin música, pensé que era un auténtico regalo para un compositor. Porque a mí todo el tema estético no suele interesarme demasiado, suele inspirarme más el mundo interior. Sin embargo, La librería combina ambas, es una historia íntima pero a la vez una película preciosa con la campiña inglesa de fondo y los años sesenta en la ambientación. Hay imágenes muy bonitas pero con una historia poderosa detrás", describe al poner en palabras el proceso que le llevó a componer la banda sonora del último film de Isabel Coixet.

La librería, además, está nominada en la categoría de Mejor Canción por un tema que compuso Vilallonga y que interpreta la cantautora británica ALA.NI: Feeling Lonely on a Sunday Afternoon. "La película transcurre en el año 59 y eso era un dato que para mí resultaba de lo más estimulante. En aquella época se dan la confluencia de la entrada del rock & roll mientras aún queda la canción ligera post jazz. Es una época que siempre me ha gustado musicalmente", explica Alfonso.

"Le pedí a Isabel (Coixet) que me diera dos títulos de canción y, a partir de eso, las compuse y busqué la voz", describe, "así llegamos hasta ALA.NI, que es una vocalista con un fraseo, un color de voz y una manera de cantar que es atemporal. Puede ser una cantante de los años cuarenta como una estrella de hoy: su voz abarca distintas épocas. Tampoco se trataba de hacer una cosa completamente vintage así que ALA.NI era la artista perfecta".

Vilallonga ganó el Goya a Mejor música en 2013 por Blancanieves de Pablo Berger. De hecho, este año repite con él en la Banda Sonora de Abracadabra que se ha quedado sin nominación. Ante la posibilidad de repetir hazaña en los premios de este año, él se muestra precavido: "Suelo tener intuiciones pero la verdad es que esta vez me pillas. No tengo ni idea de lo que va a pasar. El año de Blancanieves tenía otra sensación porque era una película con 105 minutos de música y esta tenía un papel importantísimo en la película. Aunque no la hubiese hecho yo, hubiera apostado por que ese trabajo iba a llevarse el premio. Pero este año voy a ciegas", confiesa.

Su segundo cabezón significaría el reconocimiento a una carrera de catorce Bandas Sonoras y múltiples obras de teatro, documentales, performances y discos propios. "Un trabajo siempre es más que eso, es el momento en el que lo hiciste. Si recuerdo la composición de A los que aman, recuerdo el momento en que la hice y eso contamina el valor que tenga una u otra obra. Como son tuyas, cada una es un momento de tu vida", se sincera.

Handia, entre la fábula y el realismo

Tras formarse en el Conservatorio Nacional de Toulouse, uno de los más prestigiosos de Francia, Pascal Gaigne se fue a vivir al País Vasco, donde ha vivido los últimos cuarenta años. El cine ha sido solo una parte de su trabajo, que se cuenta en casi un centenar de composiciones entre música de concierto, teatro, danza y cine. 

El séptimo arte le trajo su primera nominación con la canción de Verbo, pero también le ha llevado a trabajar con Víctor Erice, Daniel Sánchez Arévalo, Montxo Armendáriz o Icíar Bollaín con quien estuvo nominado por la música de El Olivo. Lo intentó de nuevo con Loreak, cuyo equipo creativo le ha llevado hasta Handia. "Este trabajo empieza, en realidad, hace diez años. Es un hijo de mi relación con el equipo de Moriarti, que conozco desde prácticamente sus inicios, cuando hicimos la música del corto Tercero B de Jose Mari Goenaga", cuenta Gaigne. "Desde entonces hemos trabajado juntos en casi todos los proyectos: largometrajes, cortometrajes y documentales. De hecho, ellos me encontraron local de trabajo y fuimos vecinos durante siete años. Handia surgió de nuestra relación de forma natural y ha sido una experiencia intensa", explica el compositor.

Durante cinco meses, Gaigne debatió y reflexionó, junto con Jon Garaño y Aitor Arregi, sobre qué era lo que pedía una película tan particular como Handia, entre la fábula y el drama familiar fraternal. "Construí una primera aproximación con versión de la película que tenía casi todo el sonido montado e hice una propuesta para ver qué tipo de tono iba a tener", explica Gaigne.

"Al principio Handia sonaba más épica, con más espíritu aventurero. Pero con casi toda la banda sonora ya hecha, nos dimos cuenta que no terminaba de cuadrar porque necesitábamos otra cosa para contar la historia de estos dos hermanos. Y empecé de cero", dice Pascal Gaigne sin dramatizar. Según él, hacer y rehacer es su trabajo: "cada vez que creas una banda sonora tienes que descifrar un enigma: a qué va a sonar la película. Si no encuentras una respuesta, sigues buscando. Es como descodificar el significado de algo que tienes ahí pero que no termina de encajar".

Puede que el sábado 3 de febrero se haga con el cabezón, finalmente. Pero si resulta que no, seguirá trabajando como si no hubiese pasado nada. "Los reconocimientos son algo muy agradable. Es un reconocimiento a un trabajo y de vez en cuando necesitas un motivo para festejar algo. Pero no te cambia la vida, luego vuelves a tu trabajo y tienes que seguir ganándote la vida", opina. "No es nada fácil dedicarte a ser compositor en España. Hay muchos talentos que no aguantan la forma de trabajar, el ritmo o la inestabilidad. Al final no somos tantos los que hacemos música en el cine", concluye.

La música en el cine de nuestro país depende de pocos talentos poco conocidos. Así que esperamos, al menos, que de conocidos pasen a ser reconocidos.

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