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¿Por qué tu favorita de los Oscar (sea cual sea) debe ganar a Mejor Película?

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A veces cometemos el error de dar demasiado pábulo a las encuestas. "La favorita de los Oscar" es una afirmación arriesgada y suele depender más de lo que creemos que van a premiar los académicos de Hollywood que de lo que nos conmueve de verdad. Por eso, en el año de la 90 edición de los Oscar, no hemos querido sentar cátedra con una sola película. Hay gustos para todos los colores y en nuestra redacción los hemos encontrado especialmente heterogéneos y cargados de argumentos. 

Cada cual con una favorita distinta, nueve redactores y redactoras defendemos la que para nosotros debería ganar a Mejor Película el próximo domingo. He aquí el resultado:

Tres anuncios a las afueras

Por Jesús Travieso

Lograr que el público se ría con una historia especialmente trágica es algo a lo que muy pocos pueden aspirar. Pocos se acordaban ya de Martin McDonagh, que sorprendió a todos con aquel estrambote llamado Escondidos en Brujas. Por medio de una actuación memorable de Colin Farrell, demostró que puede ser capaz de manipular al público para que se sienta cómodo en un argumento desagradable. Una técnica que ha llevado a la perfección en Tres anuncios a las afueras, que desde hace semanas ya es la gran favorita para hacerse con el premio más importante por distintas razones.

Uno de los motivos por los que su filme está destinado (o debería) a ganar en estos Oscar es por haber recuperado la comedia negra para unos galardones de este tipo. Que una película sin filtros capaz de ofender a numerosos colectivos se haya convertido en una de las más vistas en estos meses supone un gran mérito. El mejor ejemplo es la escena del sacerdote, a la que se suman algunas de los policías que persiguen a la madre protagonista.

El otro gran motivo es haber elegido a una mujer para contar una historia tan potente. La actuación de Frances McDormand es una de las mejores de los últimos años. Y que representa a la perfección ese perfil independiente y luchador que ha despertado en muchas mujeres tras años de silencio gracias al movimiento #MeToo. Una coincidencia perfecta para una película que tiene otra gran ventaja con respecto a las demás nominadas: ha sorprendido contando una historia relatada mil veces en el cine.

La forma del agua

Por José Antonio Luna

La película de Guillermo del Toro no aspira a más que a contar una fábula entretenida sin aires de grandeza. Es justo lo contrario de lo que ocurre con Dunkerque y los 30 minutos de planos al entrecejo de Tom Hardy o con el descafeinado sarcasmo surrealista de Tres anuncios a las afueras, que intenta parecerse a los Coen sin ser de los Coen. La forma del agua no oculta sus debilidades abanderándose como crítica a los paletos de Missouri. Solo hay lo que vemos, sin interpretaciones entrelíneas.

Su simpleza también tiene una parte negativa: no es una obra memorable, de esas que con los años acaban en los estantes de los coleccionistas. Recuerda demasiado Amèlie con el factor Bella y Bestia (sin síndrome de Estocolmo), las tramas ya están un poco manidas, y las pocas reivindicaciones sociales que vemos tampoco es que sean tan reivindicativas. Pero, a pesar de todo, como producto cumple su función. Además, tampoco estaría mal que la Academia, para variar, reconociera a la ciencia ficción en el lugar donde La naranja mecánica, E. T. El Extraterrestre o Star Wars: una nueva esperanza pasaron desapercibidas.

Call me by your name

Por Francesc Miró

La victoria de Moonlight en los Oscar del año pasado supuso un hito por varias razones. Por una parte, suponía una suerte de reacción al movimiento Oscars so white, y por otra, se convertía en el primer Oscar a Mejor Película de la historia otorgado a un relato propiamente LGTBI. Curiosamente fue un drama social el que le había arrebatado aquella estatuilla a la película que más cerca estuvo de conseguirlo: Crash ganó a Brokeback Mountain y luego Spotlight ganó a Carol.

Sin embargo, la victoria de Moonlight no significa la normalización de la representatividad. Las narrativas LGTBI se han vinculado casi siempre a la estatuilla por actuación y no al premio gordo aunque fuesen, muchas veces, las mejores películas del año. Y resulta que cuando un film estaba cerca de conseguirlo, se trataba de un film con un poso dramático entorno a la diversidad afectiva. Eran historias de gente que lo pasa mal por ser homosexual, que es castigada socialmente por serlo, gente cuya condición sexual hace sufrir a los de su entorno o la lleva incluso a la muerte. Philadelphia, Brokeback Mountain, Dallas Buyers Club, La vida de Adèle, Carol, Moonlight.

Call Me By Your Name propone un discurso profundamente vitalista. Narra un proceso de aprendizaje sin consecuencias negativas, sin contrapartidas. Un amor de verano cuya deliciosa puesta en escena se acerca a las texturas, a las sensaciones, al despertar sexual de una forma sinestésica. Experiencia audiovisual tierna y emocionante que nos hace vivir y revivir la confusión de los primeros escarceos amorosos como un proceso vital de formación emocional. Que nos hace llorar pero entender que no todas las lágrimas son amargas. Una película tan bella que uno quiere vivir en ella. ¿Y qué es el cine sino un truco de prestidigitador que nos hace vivir historias ajenas?

Lady Bird

Por Belén Remacha

Se ha calificado a Lady Bird como "la típica película indie". Yo creo que limitar a su estética un filme como este es bastante injusto. Mucho de lo que sabíamos del cine de instituto y hipster está aquí, pero Greta Gerwig le da una vuelta para demostrar que desde todos los puntos se pueden contar buenas historias, historias importantes (y la de una preuniversitaria y sus miedos, sueños y descubrimientos a estas alturas ya tenemos que saber que lo es). Además, lo hace ahorrándose el conservadurismo yanki que recordamos de Juno a cambio de un mensaje que implica género, clase y arte.

Lady Bird es un regalo para toda esa generación que ya ronda los 30 necesitada de una nostalgia de los 2000 todavía no tan explorada. Me gusta cómo dibuja la relación entre madre e hija, que se contrapone pero complementa a Tres anuncios a las afueras: menos exagerada (y por tanto menos concluyente) pero con la que nos podemos identificar más.

También que Saoirse Ronan (¿quién no se parece a ella o tiene una amiga que le recuerda a ella?) sea la verdadera anti Manic Pixie Dream Girl, la que vomita borracha sin resultar mona o tiene desastrosas experiencias sexuales. Y pensar que lo tiene fácil por ser "la película de mujeres" de estos primeros Oscar de la era post Weinstein es no haber entendido nada (sobre todo, porque realmente no tiene ninguna posibilidad de ganar).

Los archivos del Pentágono

Por Ander Iñaki Oliden

Pongamos que quien escribe esto no es periodista, que no se ha manchado con la tinta de un periódico recién salido de una rotativa o que no ha sentido la mezcla de vértigo y orgullo que produce publicar ciertas informaciones. Y aún así, restándole las inevitables punzadas de emoción que implica ver una oda a la profesión, The Post (Los archivos del Pentágono) sigue mereciendo el Oscar.

Steven Spielberg ha cuajado una película con hechuras de clásico que casi actúa de precuela de la mítica Todos los hombres del presidente. El guion consigue explicar unos hechos históricos tremendamente complejos con la agilidad, la tensión, la emoción y las dosis de humor necesarias para enganchar al espectador durante casi dos horas que acaban haciéndose cortas. Y el reparto lo lleva más allá: Tom Hanks, al que le conocemos ya todas las muecas, sorprende para bien; Bob Odenkirk clava a un periodista con todas las horas y más de oficio; y Meryl Streep hace un trabajo impresionante con una Katherine Graham que no solo es la protagonista de la historia, sino el personaje con mayor arco dramático y más matices. Es su nominación número 21, pero debería ser su cuarto Oscar.

Por tanto, sí, The Post es una gran película y merece el Oscar por sí misma, pero añadamos, además, el contexto: es un buen momento para reconocer el valor de la libertad de prensa frente a un poder político capaz de cualquier maniobra con tal de acallarla, y también es hora de encumbrar la historia de una mujer que con todo en contra y mucho que perder se impuso en un mundo de hombres.

Dunkerque

Por Mónica Zas

Christopher Nolan no estuvo demasiado diestro a la hora de gestionar los tiempos del estreno de Dunkerque ni invisibilizando a los soldados indios que lucharon junto al ejército británico. Pero nada de eso ha impedido que, ocho meses después de pasar por la cartelera, sea tomado en cuenta en los premios de cine más importantes del planeta. Y no es casualidad.

Nolan maneja como nadie el arte de crear sensaciones en la butaca. A veces no se necesita más que el sonido de los cascotes de los barcos o del corazón desbocado de un chaval para sumergir al espectador en esta impresionante y sangrienta operación militar. En mi opinión, el guion de Dunkerque está lejos del nivel de Interestellar u Origen en originalidad, pero en cambio ofrece esa sobriedad y el hermoso poderío visual que -por desgracia- solo tienen las peores masacres.

El británico ha compartido una historia personal y dolorosa (su abuelo falleció en las orillas de Dunkerque), y como recompensa podría llevarse fácilmente este Oscar. No será una opinión muy popular, pero la figura del director tampoco lo es y eso no evita que coseche una taquilla prodigiosa con cada una de sus peliculas.

Déjame salir

Por Lorenzo Ayuso

Déjame salir no necesita tanto el Oscar como los Oscar necesitan a Déjame salir. A diferencia de otras contendientes de este año, de cualquier año, la ópera prima de Jordan Peele no tendrá que terminar la noche abrazado al eunuco dorado para justificar su mera existencia. Su presencia en la terna a mejor película es una bendita brecha del sistema.

Sumido Estados Unidos en la histeria trumpiana, esta furiosa sátira racial será la más enérgica representación de estos tiempos de desconfianza que encuentre Hollywood en esta nonagésima edición. Premiarla sería también la azotaina más oportuna que pueda propinarse la institución para seguir corrigiendo décadas de condescendencia hacia los artistas negros.

La estatuilla sería una recompensa justa a la colosal proyección obtenida por una obra tan pequeña como afilada; una cortesía a un género tan vilipendiado como lo ha sido siempre el terror. Sus méritos son inapelables... Pero a un filme como este no le hacen falta trofeos para trascender. Para incomodar. Qué demonios, que no gane. Así siempre tendremos oportunidad de oír a algún inicuo académico afirmar que "hubiera votado dos veces Déjame salir al Oscar como mejor película de haber podido".

El instante más oscuro

Por Marta Gastón

No nos vamos a engañar. La cinta del británico Joe Wright se sitúa a la zaga de Tres anuncios a las afueras, líder en las quinielas, a pesar de contar con argumentos de peso para alzarse con la estatuilla dorada.

No en vano, si por algo destaca El instante más oscuro, al margen de la portentosa actuación de Oldman, es por su excelente banda sonora, su fotografía, y su cuidada puesta en escena, elementos que posibilitan la fiel recreación de uno de los momentos más delicados de la Segunda Guerra Mundial.

Aunque Wright se toma algunas licencias históricas (muy comentada ha sido la escena en la que Churchill se adentra en el metro para preguntar al pueblo si debe claudicar o continuar luchando contra el nazismo), el resultado es igual de efectivo:

El retrato íntimo de un político que ejemplifica a la perfección cómo hacer frente al odio y la intolerancia; o, lo que es lo mismo, cómo ejercer el liderazgo en tiempos de crisis, algo que en la era de Trump y el Brexit no puede ni debe ignorarse en una ceremonia tan reivindicativa como los Oscar.

El hilo invisible

Por Raúl González

Casi todos creemos tener nuestra propia concepción de lo que significa o representa el amor en la vida. A pesar de lo complejo que resulta definir la palabra. El hilo invisible se encarga de romper por completo con el arquetipo que siempre ha triunfado en Hollywood y nos presenta uno nuevo. Lo hace mientras enfrenta, en la mente de Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis), los distintos tipos de amor que el personaje conoce.

Una batalla interna para descubrirse a sí mismo y saber qué es lo que debería prevalecer: el amor a su madre, tan rígida con él en su niñez que aún la tiene presente; el amor al trabajo, por el que vive y que lleva ejerciendo con pasión toda su vida; o el amor por su pareja, Alma (Vicky Krieps), a la que acaba de conocer y que está desmontando sus esquemas.

La dirección de Paul Thomas Anderson combina todos los elementos de manera magistral y sumerge al espectador hasta el fondo. Transmite cómo el amor por Alma supone para Woodcock algo más inquietante que confortable. Y muestra cómo en un mundo de lujo y aparentemente perfecto, en el Londres de los 50, estos nuevos sentimientos afloran como algo a lo que temer. Todo dentro de una mansión impoluta donde la tensión se palpa en el ambiente.

Una película digna de dar la sorpresa para llevarse los grandes premios de la noche del domingo. Y en la que si Daniel Day-Lewis resulta premiado, agrandaría su leyenda como intérprete más galardonado de la historia de los Oscar, con cuatro estatuillas a Mejor Actor.


Penélope Cruz recibe el César de Honor del cine francés de manos de Pedro Almodóvar

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De manos de Pedro Almodóvar, la española Penélope Cruz recibió el César de Honor del cine francés, homenaje a toda su carrera, visiblemente emocionada, un premio que quiso dedicar a su familia, en particular a su madre presente en la gala en París.

La intérprete madrileña, de 43 años, aseguró no preguntarse la razón por la cual le llega tan temprano el galardón y se limitó a "disfrutar" del mismo. "Ni en mis sueños más locos me habría imaginado estar en París con un César", aseguró la protagonista de Volver.

Después de recoger el premio, la actriz española más internacional, que estuvo acompañada en la ceremonia por su pareja, el también actor español Javier Bardem, repasó ante la prensa algunas de las obras que más le marcaron. "Todas las pelis te enseñan algo y no lo mides por el éxito de taquilla o crítica, pero en una situación así acuerdo mucho de las primeras pelis, de Jamón Jamón, de Bigas Lunas, Belle Epoque, de Fernando Trueba, de Pedro (Almodóvar)", evocó la intérprete, que portaba el César en sus brazos.

Penélope Cruz dijo que ver a la actriz francesa Marion Cotillard, que introdujo el premio, y a Almóvodar, que se lo entregó, le ha emocionado "mucho". "Pedro ha venido a estar conmigo. Me ha emocionado muchísimo. Era más o menos una sorpresa", declaró la actriz, que recogió el galardón entre lágrimas. Se sintió muy "feliz" por poder trabajar en España, país que le "encanta", y de hacerlo en otros países y en diferente idiomas, como en Francia, Italia o Estados Unidos

Antes de la entrega del premio, Almodóvar, bandera del cine español, juzgó que Penélope Cruz es de esas "mujeres mediterráneas", como Sophia Loren, Jeanne Moreau, Marion Cotillard o Juliette Binoche que desprenden magnetismo y autenticidad. "En ocho minutos, se adueñaba de la película (Penélope). Su verdad trascendió las fronteras y Hollywood llamó a su puerta. Pero nunca se ha olvidado de Europa, es su cultura, su linaje", apuntó.

Penélope Cruz retribuyó a Almodóvar durante la entrega del premio: "Sabes que eres la razón por la que he decidido hacer cine, tu talento, tu inspiración, me han iluminado la llama y me han dado la audacia de ir. Eres muy importante, gracias por el homenaje que rindes a las mujeres". La actriz madrileña (Alcobendas, 1974) abrillantó tanto la alfombra roja como el auditorio Pleyel con un vestido violeta azulado con hombros descubiertos.

También elogió a Penélope una leyenda del cine francés, Juliette Binoche, que consideró a la española "una magnífica actriz" que encanta en Francia y en todo el mundo. La organización de los premios César del cine francés pidió a los participantes que llevaran un lazo blanco para sumarse a la corriente de protesta contra el acoso sexual en la industria del espectáculo y la intérprete española no fue una excepción.

"En los Globos de Oro se hizo, en los Goya, seguramente se haga el domingo en los Óscar. Hay que recordar todo lo que está pasando y lo está saliendo a la luz, que sirva para dar un foco de luz a mujeres de otras profesiones que no tienen un micro tan cerca de ellas como nosotros. Esto no ocurre solo en nuestra industria", había declarado desde la alfombra roja.

120 batements par minute, triunfadora

Fue otra lucha la que protagonizó la gala, la que en los años 80 se libró contra el sida la que triunfó a través de 120 batements par minute. La obra de Robin Campillo, que repasa la militancia de los activistas más radicales que en aquella década quisieron sacar a la luz el sufrimiento de los seropositivos, se hizo con seis Cesar del cine francés, entre ellos el de mejor película.

Reconocieron además el trabajo artesanal de Campillo, montador y autor del guión original, además de la mejor música y de dos de sus intérpretes, el francés Antoine Reinartz como mejor secundario, y el argentino Nahuel Pérez Biscayart como mejor actor revelación. Un triunfo para este bonaerense de 31 años que ha encontrado en Francia una patria para mostrar su arte, como bien reconoció tras recoger la estatuilla que, dijo, aguardaba con tensión.

De un vistazo: todos los ganadores de los Oscar 2018

'La forma del agua' corona a México en unos Oscar con todo tipo de reivindicaciones

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Decía Jimmy Kimmel que no sabría cuánto tiempo podría dedicarle al acoso sexual en su monólogo. Pero esta 90 edición de los Oscar no era la idónea para escurrir el bulto, y el presentador era del todo consciente. "Oscar es un hombre muy respetado en Hollywood. Mírale, tiene las manos donde deben verse, nunca dice una palabra desagradable y, lo más importante, no tiene pene", empezaba sin rodeos el showman

La mención a Harvey Weinstein era de obligado cumplimiento, pero Kimmel además se acordó de las mujeres que hicieron historia este año en categorías dominadas por hombres. "Solo el 11% de las películas están dirigidas por mujeres. Una locura". Greta Gerwig podría haberse convertido en la segunda ganadora en la historia de los Oscar (tras Kathryn Bigelow) por Lady Bird, pero no.  

Guillermo del Toro recogió este premio, el cuarto para un director mexicano, gracias a un romance atípico entre una limpiadora muda y un ser anfibio. La forma de agua es el cuento de princesas sin síndrome de Estocolmo que Hollywood necesitaba. Tanto es así, que terminó alzándose como la ganadora absoluta de la noche en la categoría reina. Y no, esta vez Faye Dunaway y Warren Beatty no se confundieron de sobre.

De sus trece nominaciones, La forma del agua se hizo con cuatro, incluyendo la BSO del francés Alexandre Desplat y Diseño de Producción.  

"Soy inmigrante. Nuestra industria borra las líneas sobre la arena que nos separa", recordó el mexicano en su breve y aplaudido discurso. Aunque este año aspiraba a ser el de los Oscar de las mujeres, hubo espacio para todo tipo de reivindicación. En especial para los latinos que residen -o no- en Estados Unidos con un presidente que les tilda de "violadores".

Coco puso la guinda a un pastel con el que los Oscar mejoraban el insípido mensaje del año pasado. La película de Pixar se alzó en su categoría y en Mejor Canción, con la que los mexicanos Gael García Bernal, Natalia Lafourcade y Miguel regalaron la actuación más emotiva y espectacular de la noche. "En Coco, los niños ven personas marginales como ellos que les hacen sentir lo que les pertenece", razonó el director, pidiendo más -y mejor- representatividad para su país.

Una muestra de que las reivindicaciones no caducan en cada edición de los Oscar. El cambio, como han recordado las tres víctimas de Weinstein y el fantástico vídeo que han presentado, es transversal. Da igual que hace dos años fuesen los OscarSoWhite si los Oscar continúan siendo demasiado blancos. Por eso, la sorprendente ganadora en Guion Original ha sido el giro argumental que estos premios necesitaban.

Déjame Salir ha demostrado que el problema racial no se soluciona con Moonlight y Trece años de esclavitud. Jordan Peele presentó su mordaz sátira bajo el disfraz de una película de terror y los académicos se la han comprado, algo nada fácil para un género tan vilipendiado en los grandes premios. En la categoría hermana, Call me by your name hacía lo propio recogiendo su único galardón.

La cinta de Luca Guadagnino no existe solo "para molestar a Mike Pence", como dijo en broma Jimmy Kimmel, sino para reconciliarnos con el arte, el hastío veraniego y sus affaires maravillosos. "Seamos hetero, gay o algo intermedio, todos hemos tenido un primer amor y hemos salido casi intactos", concedió el nonagenario James Ivory al ser reconocido por adaptar un guion tan íntimo como complejo.

La historia de amor del año no se merecía nada menos, en todo caso bastante más, como el galardón a Timothée Chalamet (y poniéndonos exquisitos el de Película). Sin embargo, el justo vencedor entre todos los intérpretes ha sido Gary Oldman por La hora más oscura. Tampoco ha habido sorpresa en la categoría de secundarios, con los multipremiados Allyson Jenney, por Yo, Tonya, y Sam Rockwell, por Tres anuncios a las afueras, alzándose con su hombrecillo dorado.

La compañera de reparto de este último, Frances McDormand, fue la última actriz en subirse al escenario del Dolby. Su papel como madre justiciera de una chica violada y asesinada en un pueblo de paletos racistas, desde luego, es meritorio. Lo que seguro no se esperaban los asistentes a la gala fue lo que vino después.

Una "perspectiva" de género al patio de butacas

McDormand compensó su descafeinado discurso en los Globos de Oro con el que fue, quizá, el momento más memorable de la noche. Las perlas feministas se sucedieron una tras otra. No hubo ninguna Oprah Winfrey, pero la sensación de que "el tiempo se ha acabado (Time's Up)" flotaba en el ambiente. Hasta que llegó la protagonista de Tres anuncios a las afueras, apoyó su eunuco dorado en el suelo e invitó a levantarse a todas las mujeres del patio de butacas.

"Si me hacen el favor, que todas las mujeres nominadas se pongan en pie. Miren a su alrededor, damas y caballeros, porque todas tenemos proyectos que necesitan ser financiados. No nos hables de ello en la fiesta de esta noche. Invítanos a tu oficina en un par de días, o puedes venir a la nuestra si te viene mejor, y te contaremos todo sobre ellos", pidió Frances McDormand. 

Un gesto tan simple como mirar "con perspectiva" a las profesionales del sector -cuya presencia era bastante más reducida que la de los hombres-, ha sido la imagen más poderosa de los Oscar

Había muchas exigencias pendientes a Hollywood en su velada más importante. No importa repetir que el colectivo LGTBI necesita historias de amor tan humanas como cualquier otra para que aparezcan Call me by your name o Una mujer fantástica, triunfadora chilena en película extranjera. O que aún necesitan poner un foco sobre las personas sordas para que existan cortometrajes ganadores como The silent child

Todos estos proyectos han utilizado los minutos de gloria que les correspondían para recordarle a la Meca del cine que cuatro horas no son suficientes. Como dijo Frances McDorman, las copas y las fiestas no arreglan el mundo. El mundo se arregla en los despachos. Y, si no les abren sus puertas después de esto, volverán el año que viene a levantarse, coger un micrófono y escupirles su hipocresía en la cara.

Roban el Oscar a Frances McDormand y arrestan al presunto ladrón

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Frances McDormand, que recibió el Oscar a Mejor actriz por su actuación en Tres anuncios a las afueras, descubrió poco después que su estatuilla dorada había desaparecido. Según informa Washington Post, esta fue presuntamente robada por un hombre en la Governors Ball, una fiesta posterior a la gala. 

El periódico estadounidense afirma que el principal sospechoso es Terry Bryant, de 47 años, el cual fue arrestado el pasado domingo por la policía de Los Ángeles bajo sospecha de hurto y ahora se encuentra bajo fianza de 20.000 dólares. 

Según publicó en Twitter una periodista del New York Times, el presunto ladró fue detenido por un fotógrafo cuando este intentaba escapar. Posteriormente, fue devuelto a McDormand y esta ordenó los agentes de seguridad que le liberasen.

De hecho, Terry Bryant aprovechó la ocasión para hacer un vídeo en directo que colgó en Facebook mientras sostenía el trofeo: "¡Conseguí esto esta noche! Es mío. Esta noche lo tengo, baby ", decía.

Como refleja el Washington Post, el representante de la actriz, Simon Halls, confirmó que "Fran (como es conocida la actriz por sus próximos) y el Oscar están felizmente reunidos y disfrutando de una hamburguesa de In-N-Out".

McDormand, que previamente había ganado otro Oscar por su interpretación en Fargo (1997), consigue sobresalir en una gala donde, además, protagonizó uno de los momentos más reivindicativos: haciendo que todas las nominadas se levantaran de sus asientos para reclamar más protagonismo para las mujeres en el cine. 

Tommy Wiseau, el director de 'The room', anuncia una nueva película

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Tommy Wiseau, protagonista y director de The room (2003), considerada popularmente como la peor película de la historia, vuelve a la carga con otro proyecto en solitario del que, de momento, se conoce poco más que un teaser y su título: Scary Love.

Como informan en The Hollywood Reporter, en esta ocasión Wiseau interpreta a un cazarrecompensas en busca de su amor perdido a través de Los Ángeles. La iniciativa del proyecto, afirma el medio, procede de la productora Telefantasy Studios, la cual describe Scary Love como "un cuento de ciencia ficción al estilo de las clásicas películas de serie B y equipado con efectos especiales, rayos láser e ideas lunáticas que garantizarán que sea su próximo gran éxito".

Aunque han pasado 14 años desde Wiseau hizo The Room, su figura está más presente que nunca. El homenaje realizado por The Disaster Artist, con el que James Franco ganó el Globo de Oro a mejor actor de comedia este año (para luego quedarse fuera de los Oscar), sirvió para que muchos conocieran al ya convertido en emblema de la serie B. Y también de las carcajadas, aunque quizá con sus obras pretenda lo contrario. 

"He querido mostrar a Escobar desde la mirada de una mujer"

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A pesar de las numerosas películas y series que en los últimos años han contado la vida de Pablo Escobar, el narcotraficante colombiano más sangriento y famoso de los años ochenta, el cineasta Fernando León de Aranoa (Madrid, 1968) no perdió su interés por contar esa historia.

Bien es cierto que fue el actor Javier Bardem quien contagió al director, desde que se conocieron en el rodaje de Los lunes al sol, esa mezcla de fascinación y de horror por el líder del cartel de Medellín. Por todo ello la reciente Escobarmanía no frenó los planes de uno de los realizadores españoles, más premiados y más reconocidos por los aficionados.

Fernando León, en una entrevista con eldiario.es, explica de este modo los motivos que impulsaron el proyecto de Loving Pablo, una superproducción que se estrenó el pasado 9 de marzo en más de 200 salas.

"En primer lugar, estaba convencido de que una historia tan desmesurada como la de Pablo Escobar necesitaba ser proyectada en una gran pantalla y en formato scope. No se trataba en absoluto de sentimentalismo cinéfilo, sino de la exigencia de utilizar grandes angulares, por ejemplo, para marcar la diferencia con otros formatos", señala.

"En segundo término, quería ver cómo el talento interpretativo de Javier Bardem se aproximaba a un personaje como Escobar. Pero, sobre todo, he querido mostrar a Escobar desde la mirada de una mujer, desde la visión de Virginia Vallejo, una periodista colombiana que fue su amante en la década de los ochenta y a la que interpreta Penélope Cruz".

Inteligente, culta y atractiva, procedente de una familia de la burguesía colombiana, Virginia Vallejo (Cartago, Colombia, 1949) publicó hace unos años unas memorias tituladas Amando a Pablo, odiando a Escobar que han servido como hilo argumental del guion del filme.

Exiliada desde el año 2006 en Miami y protegida por la DEA (la agencia de lucha contra el narcotráfico de EE UU), Vallejo ha manifestado en una reciente entrevista que Pablo Escobar no la mató, tras su ruptura sentimental, porque necesitaba que ella escribiera la biografía de aquel narcotraficante que llegó a amasar una fortuna de miles de millones de dólares, ordenó asesinar a multitud de políticos, jueces, periodistas o competidores en el negocio de la cocaína y fue abatido por las fuerzas de seguridad de Colombia en 1993 cuando contaba 44 años.

"Dentro del trabajo de documentación del filme", recuerda Fernando León, "que me ha llevado años y la lectura de muchos libros, periódicos e incluso informes de la CIA, tuve también la oportunidad de conocer a Virginia Vallejo. Sin ninguna duda ella fue una periodista de un perfil muy alto, una mujer con una fuerte personalidad que, en sus años de esplendor profesional, tuvo una enorme influencia en la sociedad colombiana como presentadora de televisión".

Pese a que, a priori, podía parecer una relación improbable, el narcotraficante de origen humilde y la periodista de la alta burguesía vivieron una tormentosa e intensa historia de amor. La propia Vallejo ha definido de esta manera las claves de aquella atracción: "Yo era el trofeo máximo; bella, inteligente y famosa. Él sólo tenía dinero y necesitaba poseerme".

La visión que ofrece Loving Pablo se aleja de cualquier intento de emitir juicios morales sobre la crueldad del narcotraficante, pero tampoco mitifica en absoluto esa figura del malvado que, en ocasiones, la literatura y el cine tienen la tentación de admirar.

"Creo que el filme muestra", comenta su director, "la extremada dureza del personaje, pero sin caer en ninguna moraleja. Los espectadores suelen ser listos y estoy persuadido como cineasta de que la mejor moraleja se basa en contar las cosas como son".

Después de esa inmersión en el mundo de Pablo Escobar y tras el rodaje en Colombia, el realizador madrileño confiesa que aquel país sudamericano ha cambiado de forma sustancial desde los años ochenta. La pacificación del país con los acuerdos de paz entre el Gobierno y las guerrillas, un cierto clima de reconciliación o la propia transformación de Medellín, cuna de Escobar, en una ciudad donde ha prosperado un impulso cultural configuran algunos de los ejes de la nueva Colombia.

Cuando se le pregunta a Fernando León sobre la excepcionalidad de un personaje como Escobar, el cineasta responde: "Por supuesto que el  narcotráfico no ha desaparecido ni en Colombia ni en otros muchos países del mundo, pero opino que hoy los narcotraficantes no buscan, sino todo lo contrario, ese reconocimiento que perseguía Escobar. Cabe recordar que el cartel de Medellín introducía el 80% de la cocaína que se consumía en Estados Unidos mientras Escobar se sentaba en el Parlamento colombiano porque había logrado un escaño de diputado. En la actualidad los narcos prefieren pasar más desapercibidos".

De hecho, Pablo Escobar, como revela la película de Fernando León, no se conformaba con ser inmensamente rico y poderoso, sino que aspiraba al reconocimiento social, "a ser respetado", como afirma en una secuencia del filme.

Fernando León evoca como anécdota que Escobar fue rechazado como socio del Club de Campo, algo que contrarió mucho al capo colombiano. En otro momento de Loving Pablo, el narcotraficante instruye a su pequeño hijo y le dice: "Si no puedes ser querido, has de ser respetado y si no hay más remedio, has de ser temido".

El cineasta, con ganado prestigio de ser buen director de actores, relata que ha sido un placer trabajar con Bardem y Cruz y con el resto del elenco. "Contar ese universo social y político de Colombia en los años ochenta, con esos personajes, ha sido la parte más bonita de una película que hemos rodado en inglés porque así lo demandaba una producción ambiciosa, en la que ha participado Bardem y que opta a un mercado internacional. No obstante, Loving Pablo se distribuye en España tanto en copias en versión inglesa original como en versión doblada".

Con una ya larga y galardonada filmografía a sus espaldas, que incluye títulos tan sobresalientes como Familia, Los lunes al sol o Un día perfecto; y con varios documentales en su haber, Fernando León de Aranoa no se siente incómodo con el calificativo de cineasta social y comprometido, aunque reniega de las etiquetas limitadoras.

"En cualquier caso", afirma, "me interesa, sobre todo, la ficción como herramienta para acercarme a la realidad". En esa línea Loving Pablo resulta un buen ejemplo de cómo  mostrar un personaje tan desmesurado en todos los sentidos, como el narcotraficante Escobar, partiendo de la realidad para trasladarlo a la gran pantalla.

Siete películas para reconciliarse con el cine fantástico y de terror en la Muestra SYFY

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Otra cosa no pero en nuestro país los fans del género abundan. Prueba de ello es la salud de hierro de algunos festivales y muestras que se consolidan, año tras año, como trincheras del cine más esquinado gracias a su programación. También a una considerable legión de fans que, en muchas ocasiones, peregrinan de ciudad en ciudad en busca de nuevas muestras de talento fantástico o de terror.

La meca del cine fantástico y de terror, el Festival de Sitges, superó unos años regulares para confirmar que lleva tres años creciendo en programación y en entradas vendidas, con alrededor de 200.000 asistentes. A la sombra del gigante crecen sin prisa pero sin pausa festivales más que consolidados. El Festival de cine de Terror de Molins de Rei cumplirá casi cuatro décadas en 2018. En Donostia, la Semana de Cine Fantástico de San Sebastián lleva casi treinta años batallando contra viento y marea por ofrecer lo mejor del panorama a sus fans. Casi tantas como las ediciones con las que cuentan a su espaldas el FANCINE de Málaga o el FANT Bilbao.

Sin embargo, inspirados por el espíritu de estos, han surgido alrededor de nuestro mapa programaciones más modestas pero que viene pisando fuerte. El Nocturna celebraba su V Edición en octubre de 2017, unas cuantas menos que las que lleva el C-FEM de Murcia o el FKM de A Coruña casi llega a la décima. La madrileña Muestra SYFY celebra este año sus quince primaveras con un público entregado y fiel por el que muchos gestores culturales darían un brazo. Su programación, con algunos de los títulos más esperados del género de 2018, confirma por qué siguen vendiendo abonos y colgando el sold out constantemente. Estas son algunas de las películas más esperadas de la temporada, que se podrán ver en esta cita para los amantes del género

Un pliegue en el tiempo

A Madeleine L’Engle le pasó lo mismo que a  J.K. Rowling, aunque más exagerado: nada menos que 26 editoriales le cerraron las puertas en la cara hasta que llegó a manos de un pequeño editor independiente neoyorquino. Entonces, en 1962, Una arruga en el tiempo se convirtió en un éxito que se traduciría a una treintena de idiomas y que en la actualidad supera las setenta ediciones. Narra la historia de una joven que emprende la búsqueda de su padre tras recibir la visita de tres extrañas mujeres que le dicen que se encuentra fuera de nuestro planeta.

Rebautizada como Un pliegue en el tiempo, Disney la adapta al cine con nada menos que dos actrices de la talla de Reese Witherspoon y Oprah Winfrey. A la primera, su composición absolutamente genial del personaje de Madeline en la serie Big Little Lies la ha vuelto a poner en el mapa, y la segunda hizo historia hace escasos meses en los Globos de Oro. Ava DuVernay es la encargada de dirigir esta film familiar después de haber conseguido la nominación a Mejor Película con la excelente Selma, y de remover conciencias con el documental Enmienda XIII (13th) para Netflix. Se estrena el 9 de marzo en España. Los ingredientes son los adecuados pero visto el adelanto, podemos estar ante un éxito o ante un fracaso de las proporciones de Tomorrowland.

Thelma

No solo es una de las películas fantásticas más esperadas del año, es una de las mejores películas de la temporada. Thelma sigue la evolución de una joven que intenta pasar desapercibida en sus primeros días de universidad pero no puede. Es incapaz de controlar sus emociones y, cuando no lo hace, se suceden las desgracias de carácter paranormal a su alrededor. Un día, Thelma conocerá a Anja, una mujer por la que siente una fuerte atracción que hará que todo se desborde.

Se trata de la nueva película del noruego de Joachim Trier que confirma su talento como creador de imágenes perturbadoras. Además, también resulta ser su mejor film hasta la fecha tras dejar atrás el manierismo de Louder Than Bombs y refinar su elegancia para el drama psicológico que había apuntado en la excelente Oslo, 31 de agosto. Thelma llegará a salas españolas el 23 de marzo.

Pacific Rim: Insurrección

Secuela de la cinta con la que el hoy oscarizado Guillermo del Toro rindió homenaje al género de kaiju eiga. Un film espectacular de voluntad netamente, con una imaginería visua desbordante, puesta en escena envidiable y set-pieces de acción rodadas con un pulso magnético. Una locura que daba sentido a lo que se ha convenido en llamar el 'blockbuster de autor'.

Esta vez, el argumento vuelve a ser el mismo: unos aliens gigantescos surgidos de una brecha interdimensional intentan destruir la tierra. Para evitarlo, los humanos sacan a pasear unos robots igual de gigantescos que acaben con ellos. Puro entretenimiento que, sin embargo, daba buena cuenta de inteligencia en su primera aventura. Veremos si se repite la jugada a partir del 23 de marzo.

Salyut-7

La estación espacial soviética Salyut-7 fue parte un ambicioso programa homónimo al que puso punto y final. Había sido hasta la fecha la estación más avanzada de la Unión Soviética, lanzada al espacio el 19 de abril de 1982, pero al año siguiente tuvo que deshacerse de dos módulos que contenían información crucial de las investigaciones llevadas allí arriba. Dos astronautas intentaron recuperarlos en 1985 y este film narra su historia.

Aunque el realizador ruso Klim Shipenko solo tiene en su haber una comedia de calidad cuestionable, llamada Lyubit ne lyubit, este film lo ha puesto definitivamente en el mapa. Promete seguir la estela de la aventura espacial que aprovecha hasta límites sorprendentes su escaso presupuesto en la estela de la sorprendente Europa One. Desgraciadamente, tiene fecha de estreno confirmada en nuestro país.

I am not a Witch

Shula tiene solo nueve años pero en su pueblo afirman que es una niña peligrosa y que puede acarrear mil maldiciones a sus habitantes. Así que deciden acusarla de brujería y enviarla a una especie de campo de concentración para brujas del que, aseguran, si escapas terminas convertido en una cabra blanca.

La realizadora zambiana Rungano Nyoni dejó a más de uno con la boca abierta tras su paso por Cannes en la quincena de realizadores. I am not a Witch se ha convertido en un fenómeno indie británico y se ha hecho con tres BAFTA y tres galardones en los British Independent Film Awards. Debut que a ratos recuerda a la extraordinaria Bestias del sur salvaje, y otras a la hipnótica Rebelde (War Witch). También una brillante sátira feminista en torno a la infancia africana. Parece ser que no llegará a salas pero se estrenará el 11 de marzo en Movistar+.

How to talk to girls at parties

Neil Gaiman escribió este relato en 2006 con el objetivo de liberar algunos demonios interiores que arrastraba desde su adolescencia punk. No en vano, How to talk to girls at parties se ambienta en la Gran Bretaña del 77 y narra las desventuras de un grupo de jóvenes rockeros que una noche se cuelan en una fiesta privada llena de gente extraña. Tanto que resultan ser extraterrestres de otro planeta que estaban por la tierra solo de paso. Cuando uno de los jóvenes se enamore de una de las alienígenas, la noche de fiesta se convertirá en algo totalmente distinto.

Dirige John Cameron Mitchell con guion del propio Gaiman, en lo que es una comedia teen absurda pero original. En Cannes provocó abucheos, algo que muchos aseguran que es buena señal. El tema se repitió con el estreno de Reino Unido, donde fue absolutamente masacrada por la crítica. Sin embargo, en Sitges provocó sensaciones dispares y se coló entre las películas más destacadas del festival. Sea como fuere, promete no dejar indiferente a nadie. Aunque sigue sin estreno confirmado en España.

As boas maneiras

Ana es una mujer de clase alta que busca a alguien que la cuide durante su embarazo. Así conoce Clara, una mujer de cuna humilde que vive sola a las afueras de São Paulo. Sin embargo, a medida que el embarazo avanza, Clara empieza a detectar en Ana comportamientos de lo más extraños que la hacen pensar que aquello no es un embarazo normal.

Se trata de la nueva incursión en el terror de la pareja creativa formada por Marco Dutra y Juliana Rojas que ya causaron cierto revuelo con Trabalhar Cansa. Después de aquello, Dutra probó en solitario con el thriller Era el cielo y Rojas con la comedia musical Sinfonia da Necrópole. As boas maneiras es su mejor película hasta la fecha, y prueba de ello fue el premio de la crítica en Sitges, Ex aequo con El sacrificio de un ciervo sagrado, y su halagador paso entre la crítica de Locarno. Los premios no han hecho que ninguna distribuidora se atreva, pues sigue sin estreno confirmado en nuestro país.


'Un pliegue en el tiempo': la peor película de Disney del último lustro

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En los últimos años no son pocas las películas de Disney que han intentado, de manera uniforme y dócil, claro está, subvertir ciertos estereotipos de la narrativa aventurera clásica modernizando su discurso y aclimatándolo a generaciones cada vez más diversas e inclusivas.

De hecho, si pensamos en protagonistas que no fuesen hombres-mujeres blancos y cuyo relato no se basase enteramente en disfrazar tropos anticuados con ropajes nuevos, nos vendrían a la mente algunas de las mejores películas que el gigantesco estudio ha dado últimamente: Big Hero 6, Queen of Katwe, Vaiana o la doblemente oscarizada Coco.

A priori, Un pliegue en el tiempo podría hermanarse con estos films en su voluntad de representatividad y sensibilidad puramente contemporáneas. Sin embargo, algo en su concepción de aventura espacial falla estrepitosamente por inconsistencia emocional, por vacíos narrativos que pretenden llegar al espectador sin construir en él algún tipo de conexión. Un pliegue en el tiempo es, seguramente, la peor aventura disneyana del último lustro.

Fantasía y física cuántica

Las noticias que han ido llegando por goteo de la última producción del estudio parecían augurar una película interesante. Para empezar, el proyecto tenía tras las cámaras a la realizadora californiana Ava DuVernay, cuyos últimos trabajos dejaban entrever un talento constantemente en ciernes.

Primero con Middle of nowhere, drama carcelario lleno de sensibilidad. Después con Selma, crónica de la marcha que llevó al presidente Lyndon B. Johnson a aprobar la ley sobre el derecho al voto de los ciudadanos negros –con un poderoso David Oyelowo interpretando a Martin Luther King-. Y hace dos años con Enmienda XIII, documental sobre la racialización y criminalización de los afroamericanos en las las cárceles de EE.UU. Hasta la fecha, Ava DuVernay había firmado filmes sólidos con un andamiaje emocional y un componente político claro y valiente.

Además, el reparto contaba con Oprah Winfrey, a quien el público tenía ganas de ver en la gran pantalla desde que hiciese historia en su discurso en los Globos de Oro, y con Reese Witherspoon, cuya soberbia interpretación en la serie Big Little Lies la ha vuelto a poner en el candelero. También con Gugu Mbatha-Raw, a quien desde que la descubrimos en San Junipero, hemos visto en El caso Sloane, Los hombres libres de Jones y The Cloverfield Paradox. Nada de esto ha cuajado en el resultado final.

Un pliegue en el tiempo adaptaba una novela escrita por Madeleine L'Engle, traducida en España como Una arruga en el tiempo. Un relato lleno de fantasía que mezclaba la ciencia y la espiritualidad –con citas bíblicas constantes-, en un cocktail que se convirtió en best-seller absoluto.

Escrita en 1962, Una arruga en el tiempo tenía como protagonistas a Meg y Charles Wallace Murry, hermanos y genios cuya inteligencia y perspicacia habían heredado de sus padres, dos físicos eminentes. Sin embargo, tras la desaparición del pater familias, Meg había dejado de prestar atención en clase, sufría bullying y estaba siempre triste, y Charles Wallace hacía lo posible para ayudarla sin grandes resultados. La visita de tres señoras extrañas llamadas Qué, Quién y Cuál les lleva a ambos a un viaje espaciotemporal por varios planetas para descubrir que su padre está encerrado en un planeta llamado Camazotz, dominado por un ente maligno conocido como Ello.

Se trataba de una novela bastante inclasificable. Su imaginería retrataba lugares comunes de las pesadillas orwellianas –en Camaztoz todo el mundo era igual y se comportaba igual- y de las fantasías adorablemente retorcidas de Roald Dahl, pero su poso de relato cristiano y sus constantes diatribas sobre un universo científicamente apasionante movido por el amor, la convirtieron en una lectura cercana a la cienciología.

En 2003, la cadena ABC produjo un mamotreto de película para televisión de 4 horas y cuarto que la propia autora de la novela tachó de terrible. Desde entonces, el guion de una adaptación para cine ha dado vueltas por despachos hasta llegar a la película que nos ocupa y que L'Engle, desgraciadamente, no podrá ver nunca pues falleció en 2007.

El amor todo lo mueve

Mediante una lectura superficial de Un pliegue en el tiempo, podríamos entender que la película de Ava DuVernay nos narra el difícil proceso de aceptación de uno mismo a través de la fantasía. Meg, la niña protagonista, se odia a sí misma por no haber superado la desaparición de su padre. Gracias a un viaje interplanetario, descubrirá que sus defectos son parte de ella, que sus grandezas anidan en su interior esperando a ser despertadas.

"La herida es el lugar por donde entra la luz", repite insistentemente la señora Qué - Reese Witherspoon-, haciendo ver que en el fondo también somos las cicatrices que tenemos, los errores que hemos cometido. Y si Un pliegue en el tiempo nos llevase por un viaje emocional para comprenderlo, para abrazar la idea del dolor sin miedo como hacía la gran Inside Out, no habría mayor problema. Pero no es así.

Desde su misma concepción estética, el último film de la factoría se antoja trasnochado y desubicado. Los vestidos de las señoras Qué, Quién y Cuál son solo lo más llamativo de una propuesta que se empeña en construir escenas climáticas e imágenes memorables, sin conseguir que las primeras trasmitan algo y las segundas perduren lo más mínimo. Desde fugaces planetas que parecen sacados de la mente Dalí, a cromas y criaturas de CGI que es imposible que transmitan vértigo o miedo, pasando por una consecución poco razonable de estética new age, Un pliegue en el tiempo se antoja como un tótum revolútum extravagante y vacuo.

Su desarrollo, por otra parte, se nos presenta dubitativo por falta de miras e incomprensión del discurso propio. Tan pronto abraza ideas tan manidas como el enfrentamiento de luz y oscuridad como motor del universo, como asume que este se rige por unas leyes matemáticas precisas sin emoción alguna, o defiende que la imaginación puede con las leyes físicas.

Tan pronto parece narrar el viaje interior de una preadolescente, la fantasía desbordada, o el drama sobre relaciones fraternales y paternofiliales. Nada se entiende en toda su complejidad porque todas sus temáticas se abordan sin ton ni son. Nada transmite un ápice de emoción porque sus protagonistas vagan por un universo creativo incomprensible. Un pliegue en el tiempo podría haberse convertido en una alegoría científica para tiempos convulsos, o en un viaje interior con una protagonista compleja y brillante, pero ha preferido convertirse en una aventura new age descafeinada.

'La muerte de Stalin': la farsa política que ha prohibido el gobierno Putin

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Hasta ahora, el guionista y director Armando Iannuci estaba acostumbrado a construir comedias alrededor de las miserias contemporáneas de la política anglosajona, tanto en el medio cinematográfico (In the loop) como en el televisivo (Veep, The thick of it). Con La muerte de Stalin, el británico se acerca a la historia soviética mediante una adaptación libre del cómic del mismo título, obra de los historietistas Fabien Nury y Thierry Robin.

El realizador sitúa al espectador en un contexto de purgas y paranoia permanente. Las escenas iniciales subrayan este enfoque: el líder aterroriza tanto a un trabajador de Radio Moscú como a los más altos cargos del gobierno. Pero la representación de estos últimos es más bien caricaturesca. Algunas de las personas más poderosas del país se comportan como niños, tienen que reír los chistes de su superior y ven westerns junto a él para no contrariar sus deseos.

La reunión de colegas achispados, amenizada con bromas algo zafias, tiene un substrato inquietante. Sorprende que algunos de los gags más marcianos, como el gusto del jefe de la policía secreta por bromear con sus compañeros restregándoles tomates dentro de los bolsillos, se basen en hechos reales.

Una vez muere Stalin, los mismos gobernantes que medían cada palabra comienzan a hacer movimientos para posicionarse. Lavrenti Beria, jefe de la policía y agresor sexual, representa el lado más oscuro del estalinismo pero intenta perpetuarse asumiendo políticas reformistas. Nikita Jrushchov se va situando como su adversario en la toma del poder. Entre risas, llegan las traiciones y las maquinaciones.

Una caricatura indsimuladamente anglosajona

La élite del gobierno está interpretada por rostros conocidos del audiovisual estadounidense y británico. Iannucci prescinde de una convención de los filmes históricos: no hay frases en ruso o acentos fingidos que doten de una apariencia de autenticidad a la narración. Steve Buscemi lidera el reparto. Su Jrushchov es un bufón de la corte que alterna la explicación de anécdotas pintorescas con aquellas miradas exasperadas tan características del actor estadounidense. 

La propuesta puede resultar muy efectiva, aunque quizá tiene más elementos de farsa provocadora que de sátira con cargas de profundidad. A menudo, la comicidad nace de la previsibilidad (las votaciones siempre unánimes, los constantes cambios de pareceres por miedo a quedar excluido de la linea oficial...) y del humor paródico muy directo, más que de la sorpresa o la ocurrencia elaborada.

Los trabajos de cámara y montaje, de una cierta sobriedad, compensan la vertiente caricaturesca del proyecto. Su autor ha declarado que quería respetar a las víctimas e intenta levantar algunos diques de separación entre la farsa y las escenas violentas. No siempre los respeta: por ejemplo, escenifica alguna ejecución en forma de gag. La dificultad para encajar todas estas piezas quizá toma forma autoreferencial cuando Jrushchov y su mujer toman notas sobre los chistes que Stalin recibe con agrado. El debate sobre los límites del humor es perenne.

La muerte de Stalin nace como una comedia negra sobre la corrupción de toda una sociedad a causa del terror a la arbitrariedad totalitaria. Y acaba emitiendo un mensaje algo genérico, y más bien descorazonador, sobre el embrutecimiento en el ejercicio del poder. Todos estos altos cargos que se comportaban de manera ridícula también son capaces de realizar actos despiadados. Las ocasionales miradas al mundo alejado de los pasillos de gobierno no son mucho más esperanzadoras.

Censurada en cuatro países

La muerte de Stalin no finge ser lo que no es: de la misma manera que el grueso de los actores son obviamente anglosajones, no parece que Iannucci haya intentado adaptar su humor a las realidades que aborda. Su mirada es obviamente externa. Y las abundantes licencias de guión respecto a la historia real, aunque estén acompañadas de gags que se inspiran en pequeños detalles poco conocidos, facilitan las reacciones airadas en la Europa oriental.

Algunos críticos han destacado la valentía de la película. Y ciertamente hay detalles de incorrección política, pero no estamos ante un humor negro tan aventurado como el de aquella Four lions protagonizada por un grupo de terroristas suicidas. Al fin y al cabo, Stalin es un blanco fácil y vivamos tiempos de renovado recelo hacia el gobierno ruso: Iannuci se mofa del totalitarismo ajeno, del siniestro pasado de uno de los actuales adversarios geostratégicos del atlantismo.

La administración Putin, cómoda en el terreno del cierre de filas patriótico, ha optado por el discurso agraviado. Se ha retirado el permiso de exhibición del filme, y las salas que lo exhiban se enfrentarían a multas. Una actuación policial en un cine sirvió de aviso a navegantes. En lugar de un legítimo cuestionamiento crítico sobre posibles asimetrías en el tratamiento de la historia y sus horrores, también se ha optado por la acción prohibicionista en Azerbaiyan, Kazajistán y Kirguistán.

Una fosa común bajo el césped del jardín: el corto que narra la "indolencia" con las víctimas de Franco

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Lo importante es el futuro. Y los relatos que caen con los calendarios caducos son una rémora. Porque "el pasado da acidez de estómago", dice la protagonista del cortometraje El jardín de Vero. A no ser que tengas una fosa bajo el césped.

La cinta, "con la Memoria Histórica como eje principal", sirve como "reflexión sobre la indolencia y la falta de empatía" de España con las víctimas del franquismo, en palabras de su director y guionista, Miguel Parra. Una mirada metafórica pero incisiva al papel de la sociedad –y el Estado, máximo responsable– ante una significativa cuestión de derechos humanos por resolver: las fosas comunes del franquismo.

Ya lo dijo Fernando Fernán-Gómez: "el pecado que más puede definir al común de los españoles es el del desprecio". La conversación en La silla de Fernando enlaza con el tuétano del corto. "Porque es una cuestión solo de enterrarlos, [las familias] no están pidiendo venganza ni nada", apunta Parra.

Como si ignorar a los desaparecidos forzados significara que nunca han existido. Ni los crímenes que borraron a tiros al menos 114.226 vidas. Pero olvidar el pasado condena a repetir errores. Y en ese espejo acaba mirándose la pareja cuya historia centra la película: Vero y Pedro, interpretados por Natalia Mateo y Javier Godino.

"No queremos asumir la historia"

La historia de El jardín de Vero está basada en un caso real. Ocurrió en un pueblo de Burgos, Espinoso de los Caballeros, en el que apareció una fosa de la Guerra Civil bajo el césped de una vivienda adosada. En el cortometraje –que se estrena el 13 de marzo en el Medina Film Festival–, una llamada de un concejal del pueblo avisa que en el lujoso patio con piscina hay enterradas decenas de víctimas del terror franquista.

Y Vero y Pedro deciden mirar a otro lado. "Es de lo que habla el corto, que realmente en España no queremos actualizarnos con nuestra historia, asumirla", resume la actriz Natalia Mateo, que encarna a la protagonista. Es una suerte de miedo atávico "a las dos Españas", traduce. Aquello de "tener la basura debajo de la alfombra".

Por eso, Vero rechaza la historia que quiere colarse en su jardín. Prepara una "gran fiesta" para empresarios chinos con el objetivo de relanzar su carrera profesional… ¿A qué le vienen con fosas del franquismo? Ella no quiere saber. O no quiere recordar.

Pero el pasado está vivo. Y "en todas las fiestas se cuela alguien". En este caso, con nombre y apellidos. Entre los cientos de cuerpos está el de Félix Castaño, cuya familia quiere exhumar para dar un entierro digno.

Empatía con los desaparecidos

"¿Por qué nos callamos? Porque conviene", refiere Javier Godino. El actor da vida a Pedro, un argentino –ya interpretó en este acento en El secreto de sus ojos, Oscar a la mejor película de habla no inglesa– con vocación de artista que vive al cobijo de su mujer a la espera de encontrar un golpe de suerte.

La empatía con el dolor por los desaparecidos está más cercana. Incluso en el plano generacional. "Mi personaje lleva una camiseta de Boca Juniors y también tiene un familiar que fue asesinado por los militares", apunta Godino. Como Mauricio Macri, el presidente de Argentina, "que no habla de eso, no quiere recordar las cosas del pasado".

Como Vero. Que sentencia: "el pasado da acidez de estómago". Una frase que retrata "lo más rancio de nuestra sociedad", define Natalia Mateo. Un veredicto, entiende la actriz, que es "pura ficción". Que "ni el más rancio español actual se atrevería a decir algo así" aunque "el Estado está armado con recovecos para conseguir que no se levanten estas fosas y seguir haciendo sufrir a mucha gente".

La fosa "real" en un jardín

La historia de El jardín de Vero "me surgió de esa noticia que vi en varios medios, una fosa que apareció en Burgos, en un jardín", relata el periodista y cineasta Miguel Parra en conversación con eldiario.es. Aquella tumba se abrió. Y exhumaron los huesos de los asesinados.

De ahí, la idea, del pecado definitorio que aludía Fernán-Gómez: el desprecio. "¿Qué pasa si esto ocurre en una casa de alguien que no está muy a favor del tema?", plantea Parra con el cortometraje. ¿Qué hay más allá de "los cuatro tópicos" usados como lugares comunes "por la gente de derechas" para negar la historia que yace oculta bajo tierra?

Al final, reduce, que el país siga sembrado de fosas comunes "es una cuestión de media España despreciando a la otra". Por eso "el conflicto al que se enfrentan los personajes del corto es un conflicto ético", matiza Natalia Mateo. Y "es necesario leer las páginas del pasado", interviene Javier Godino, "porque hablamos de dolor, que queda enquistado, y el dolor se tiene que curar".

El jardín de Vero es, al cabo, "una metáfora de cómo está el país, de esa actitud de dar de lado a esta cuestión por si la cosa se va pasando, se olvida o se mueren las víctimas y dejan de pedir una solución", advierte Miguel Parra. Una cinta que desde la "colorida" escenografía de contraste que pinta "una especie de alegría de 'qué bien va el país' mientras por debajo de este césped tan bonito quedan los vestigios de dramas sin solucionar".

Un corto, además, "dedicado a Remedios Garrido, que falleció sin encontrar a su hermano y cuñado, desaparecidos en El Real de San Antonio". Un trabajo que habla de Memoria Histórica "desde una visión diferente pero sin dejar de ser incisiva", dice Parra. Y que culmina con la pincelada de la cantautora Bambikina y su tema 'Serranita de la vera' –adaptado para la ocasión– para firmar "la metáfora de la crueldad de aquella guerra que vivió nuestro país, de cualquier guerra".

'Aniquilación', terror y belleza en una obra maestra de la ciencia ficción actual

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El estreno por sorpresa de The Cloverfield Paradox durante la Super Bowl se vendió a los medios como una jugada maestra por parte de los ejecutivos de marketing de Netflix, pero en realidad se trataba de algo distinto. El proyecto se había llamado, dos años antes, God Particle y andaba de mesa en mesa de los despachos de Paramount. A mediados de 2016 se afirmaba, según The Wrap, que la película estaba terminada y que iba a ser otro eslabón de esa extraña y hasta la fecha estimulante franquicia que se vino a llamar Cloverfield.

Sin embargo, su estreno en cines en febrero de 2017 se retrasó primero a abril y luego a octubre. Más tarde cambió de nombre y, de repente, empezaron a circular noticias de que Paramount no estaba contenta con el resultado de la película. Entre unas cosas y otras, no fue hasta enero de este año cuando Variety desveló que Netflix estaba dispuesta a comprarle el título a Paramount. Es decir, que los ejecutivos de la major no se atrevían a estrenarla en cines y el portal de VOD jugó la carta para ver qué podía sacar.

La recepción crítica de la película fue un jarro de agua fría: The Cloverfield Paradox era una película fallida y Paramount había rechazado estrenarla en cines precisamente por eso. En tiempos en los que los grandes estudios minimizan el riesgo para maximizar beneficios, si se la vendían a Netflix no tendrían que hacer ni control de daños. Así que al final fue la popular plataforma quien tuvo que lidiar con el fracaso, sumando así una racha de malas películas que venía de Bright y seguiría con Mute.

Con Aniquilación estuvo a punto de pasar lo mismo. En diciembre del año pasado, tras un pase de prueba en el que la película, según The Atlantic, se tachó de 'demasiado intelectual', Paramount decidió que no iba a estrenar la película internacionalmente a menos que su director, Alex Garland, acometiese cambios serios en el montaje y en el final de la película.

El realizador se negó en redondo y la película estuvo a punto de no distribuirse más allá del mercado norteamericano… hasta que Netflix volvió a hacer la jugada. El gigante del VOD adquirió la película con el montaje original del director y acaba de estrenarla en España. El resultado es, casi, una obra maestra del género de ciencia ficción contemporáneo.

Enigmas en la Zona X

Un meteorito cae en algún punto de la costa de Florida y alrededor del impacto empiezan a ocurrir fenómenos extraños. El Gobierno acordona el lugar, lo convierte en secreto de estado y lo llama la Zona X. Allí envía a soldados y especialistas para investigar pero ninguno de los equipos vuelve con vida. Tras la reaparición de su marido, que llevaba doce meses sin dar señales de vida tras formar parte de una misión secreta, la bióloga y exsoldado Lena - Natalie Portman- se une a una nueva expedición formada por mujeres científicas.

Basada libremente en la novela homónima de Jeff VanderMeer -primera parte de una trilogía-, Aniquilación sigue los pasos de Lena en el interior de la Zona X, sus descubrimientos y sus motivaciones. Viaje hacia lo desconocido más inquietante y desconcertante a cada paso que da. Algo a lo que su director, Alex Garland, ya nos tiene acostumbrados.

Su anterior película, la excelente Ex Machina, resultaba una exploración de la psique (humana solo en parte) absolutamente enigmática y eficaz. Relato con tempo de thriller y formas de ciencia ficción de espacios cerrados que viraba en torno a la creación de inteligencia artificial y las cuestiones morales que plantea. Un film que se convirtió casi de inmediato en una película de culto y que con el tiempo ha devenido una de las mejores películas de ciencia ficción de la última década.

Esta vez, la aventura parecía aspirar a reinterpretar la narrativa de la exploración con un pie puesto en la ciencia ficción y otro en el terror. Aniquilación, desde su misma premisa, se nos presenta más espectacular y, a la luz de su acabado, no podemos por menos que maldecir el hecho de no poderla ver en pantalla grande. La última película de Garland hace gala de una exuberancia visual que hipnotiza a la par que aterroriza: el mundo creado entre pantanos y selvas de la Zona X es una apasionante visión multicromática de barroquismo vegetal que nos acerca, por momentos, a lugares recónditos de la herencia del mejor body horror.

Todo con un andamiaje emocional que se desvela más complejo de lo aparente. La Zona X es, por una parte, un lugar en el que las leyes de la biología se aplican de forma distinta, el peligro es constante pero convive con la belleza más natural. Pero por otra, es también un terreno metafórico en el que sus cinco protagonistas se adentran para combatir sus demonios. Una especie de ensueño, pesadilla a ratos, que la cámara de Garland se encarga de hacer omnipresente y filtrar a cada plano.

Sin embargo, al contrario que en su anterior película, en la que las motivaciones de los personajes eran una incógnita que hacía sentir incómodo al espectador, Aniquilación deja ver sus cartas con facilidad. Garland explícita abiertamente quienes son y qué quieren cada una de las cuatro científicas protagonistas y eso deja poco margen para la imaginación que es, como sabemos, la mejor aliada del miedo. Amén de construir un background oscuro en torno al personaje de Natalie Portman en base a flashbacks poco afortunados.

Con todo, más allá de pequeños tropiezos de guión y montaje, Aniquilación ofrece una experiencia magnífica cuando se mantiene en tierra de nadie. Cuando se limita a explorar las posibilidades expresivas de las consecuencias paranormales del meteorito. También cuando éstas se internan en la psique de las exploradoras, sembrando el temor a nuestro interior. Configurando un discurso ciertamente apasionante en torno a la autodestrucción y la posibilidad de reconstruirnos tras enfrentarnos a lo desconocido, sea un trauma o sea un alien.

Reconciliarse con la herencia

Con Aniquilación, Garland se muestra más seguro plantando semillas de duda que resolviendo conflictos sobre futuros que nadie conoce. Es de agradecer, por ello, que se acerque abiertamente a sus referentes para enfrentarlos con los de la ciencia ficción mainstream y salga indemne. Que su relato parezca ferozmente moderno y, al mismo tiempo, tenga un deje clásico.

En 1979, Andrei Tarkovsky dejaba patidifuso a medio mundo con Stalker, una película con evidente parecido con la que nos ocupa. En aquella, existía un lugar de Rusia llamado La Zona en el que se estrelló un meteorito hace años. Su acceso está prohibido, pero a quienes se atreven a adentrarse les guían los stalkers, gente que ya conoce cómo se las gasta el terreno. Poema apocalíptico de casi tres horas en el que la iconografía de destrucción y exuberancia de la flora ya estaban presentes, como también la lectura onírica la Zona y sus efectos en el ser humano.

Tiempo antes, su cine ya se había asomado al mismo abismo existencial en Solaris, la historia de un científico que es enviado a la estación espacial de un remoto planeta cubierto de agua para investigar la muerte de un médico. Akira Kurosawa descubrió Solaris en una sala de cine de la URSS, en 1977 y con Tarkovsky sentado a su lado.

Fue en un pase especial que organizó Mosfilm, el gran estudio cinematográfico soviético, a altas horas de la noche. Kurosawa se sintió tan mal durante la proyección que a punto estuvo de salir de la sala. "Sentí que mi corazón estaba dolorido y sumido en la agonía. Sentí el deseo de regresar a la tierra lo más rápido posible", escribiría en el periódico en el periódico Asahi Shinbun.

Tras terminar el pase, Kurosawa le confesó al realizador ruso que había sentido miedo de verdad. Este le respondió con una sonrisa de oreja a oreja. Ambos terminaron en un bar, ebrios de vodka, cantando la melodía de Los Siete Samuráis "porque estábamos felices de encontrarnos en la Tierra, a salvo. Solaris hace que el espectador sienta eso. De alguna manera despierta un terror puro en nuestras almas", describía el director nipón. Algo muy parecido a lo que hace Aniquilación.

Michael Caine: "No volveré a trabajar con Woody Allen"

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En el año 1987 Michael Caine ganó un Oscar a las órdenes de Woody Allen por su papel en Hannah y sus hermanas. Ahora, el actor británico ha descartado volver a trabajar con el director estadounidense tras reconocer que las acusaciones de la hija adoptiva de Allen, Dylan Farrow, le dejaron "pasmado".

Farrow acusó a Woody Allen de abusar sexualmente de ella cuando todavía era una niña. Unas acusaciones que el cineasta neoyorquino siempre ha negado. Pero las explicaciones de Allen no parecen haber convencido a Michael Caine, quien asegura que no volverá a rodar a las órdenes del director.

"Soy mecenas de la NSPCC [Sociedad Nacional para la Prevención de la Crueldad hacia los Niños] y tengo opiniones muy firmes sobre la pedofilia. No pude aceptarlo [la acusación] porque quería a Woody y lo pasé muy bien con él. Incluso le presenté a Mia [Farrow]. No me arrepiento de haber trabajado con él, lo cual hice con total inocencia; pero no volvería a hacelo, no", afirma el declaraciones a The Guardian.

En el año 2010, Caine ya confesó a Daily Telegraph su hostilidad hacia los pedófilos, llegando a hablar de pena de muerte: "Soy bastante radical hacia la pedofilia. Si quieres colgarlos, soy tu hombre. Voy a tirar de la palanca".

Woody Allen, por su parte, siempre se ha defendido de las acusaciones asegurando que "nunca abusé de mi hija, como concluyeron todas las investigaciones hace un cuarto de siglo", explicó el cineasta en un comunicado publicado en enero.

"Cuando esta acusación se realizó por primera vez hace más de 25 años, fue investigada a fondo tanto por la Clínica de Abuso Sexual Infantil del Hospital de Yale-New Haven como por el Bienestar Infantil del Estado de Nueva York. Ambos lo analizaron durante muchos meses y, de manera independiente, llegaron a la conclusión de que nunca se había producido ningún abuso", se reafirmaba.

Tommy Wiseau presenta su candidatura como el nuevo Joker

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Mientras muchos esperan la confirmación oficial de Joaquin Phoenix como el nuevo Joker, el director Tommy Wiseau propone otro actor: él mismo. Por ello, el protagonista de The Room ha realizado un vídeo para Nerdist en el que imita una audición para encarnar al villano de Batman mientras recita frases de El caballero oscuro:  "Wiseau serious?".

En realidad se trata de una parodia para promocionar el lanzamiento en Blu-ray de The Disaster Artist, el biopic realizado por James Franco que quedó fuera de los Oscar tras sus acusaciones de acoso. Debido a esto, irónicamente, la carrera que está repuntando es la del mismo actor al que rinde homenaje. 

De hecho, Wiseau ha anunciado una nueva película en la que, para no perder la línea, vuelve a ser protagonista y director. Se trata de Scary Love, una proyecto destinado ser "un cuento de ciencia ficción al estilo de las clásicas películas de serie B y equipado con efectos especiales, rayos láser". Empeorar el peor largometraje de la historia es un reto que parece dispuesto a asumir. 

Por qué 'Star Wars' nunca volverá a ser lo mismo sin John Williams

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Pocas veces la marcha del compositor de la banda sonora es tan traumática como la del director de la película y, sin embargo, así ocurre con John Williams y Star Wars. Es más, el primero ha sobrevivido al mismo George Lucas en las nuevas entregas de una saga que se entiende peor sin la mano de sus artífices. Por eso nunca se van del todo. 

Pero Williams ha dicho que se acabó, que tras el episodio IX abandonará el proyecto para siempre. Eran campanas que venían sonando desde hace tiempo y que reafirmó hace unos días la emisora de radio KUSC. "Con esta última, voy a redondear una serie de nueve bandas sonoras. Creo que ya es más que suficiente", confesó el maestro en riguroso directo. 

Razón no le falta: su caso es único en la historia del cine. Nadie, jamás, ha reescrito sus propias partituras durante más de cuarenta años para adaptarlas a los nuevos personajes y tramas de una misma saga. Solo John Barry hizo algo parecido en 10 de las 23 entregas de James Bond, y ni siquiera fue durante años consecutivos. No es de extrañar que el octogenario compositor quiera desmarcarse de la cansina ruleta a la que juegan en Lucas Films y Disney. 

"Con esta última, voy a redondear una serie de nueve bandas sonoras. Creo que ya es más que suficiente"- John Williams.

John Williams no ha tenido ningún problema en ceder su batuta a otros músicos más jóvenes y menos cansados. Lo hizo con Michael Giacchino en la trilogía Rogue One y próximamente con John Powell en el spin off de Han Solo. Pero su mensaje es claro: si quieren seguir exprimiendo la saga principal, lo tendrán que hacer sin él. Y eso se va a notar. 

"Cambiará mucho. El problema va a ser conseguir que la saga tenga nueva voz sin perder la esencia", dice Jaime Altozano, youtuber, divulgador musical y fan absoluto de John Williams. Para este músico, un ejemplo agridulce de lo que va a ocurrir a partir de ahora está en la banda sonora de Giacchino para Rogue One

"Su elección es muy coherente, porque construyó en Perdidos uno de los universos leitmotívicos más grandes de la televisión. En la serie hay decenas de temas para cada personaje y están entramados de una forma muy compleja", defiende. Pero, al mismo tiempo, "intenta parecerse tanto a John Williams sin serlo que queda peor, es como escuchar a un Williams de serie B".

Por eso, Altozano apuesta por experimentar "urgentemente" con la banda sonora. "Todo van a ser intentos de igualar al maestro en lo que él mejor hacía y nunca va a ser tan satisfactorio", resume. Es mejor adaptar la música al presente sin dejar de rendir tributo al pasado.

Pone como ejemplo un detalle de Rogue One que solo perciben los oídos más doctos en la saga. "Giacchino incluye el tema del Imperio que usó Williams en el episodio IV y que descartaron en el V. Es súper coherente con su posición (3.5) en la saga y una muestra de que se ha estudiado los leit motivs", cuenta con fascinación.

Aunque John Williams sea una pérdida insustituible, el lenguaje que creó para Star Wars es más poderoso que el paso del tiempo. El reto está en que los nuevos compositores se acerquen ahora a la épica atemporal que creó él en 1977. Altozano piensa que esta transición es tan natural que se justifica con el propio contexto del cine. 

"En los años 70, una película del espacio era puntera. La música te trasladaba a otras que ya habías visto y te la metía un poco en casa. En 2018, una película del espacio es el pan de cada día. La música ya no sirve para acomodarte en otro planeta perdido y rodeado de aliens, porque es el plan normal de cada fin de semana. Ahora, las BSO tienen muchísimo más hueco para explorar", explica el youtuber.

Una de las prioridades de George Lucas, como explica Altozano, era que su historia galáctica fuese lo suficientemente clásica para no causar rechazo. Eso en los años 70 era una preocupación razonable, teniendo en cuenta las pocas películas del género que existían. Igual que la trama seguía la estructura tradicional de El héroe de Joseph Campbell -con un héroe, una princesa, un maestro y un malo-, el director quería lo mismo para su música. 

"Lucas le entregó a John Williams un boceto del episodio IV con partituras clásicas que ya existían y que quería para cada escena de su película", desvela el músico. Algo que, a la larga, le ha traido problemas al compositor y por lo que la sombra del plagio ha planeado durante décadas sobre su figura.

¿Plagios u homenajes?

John Williams nunca se ha esforzado por esconder los préstamos que tomó de otros grandes compositores para Star Wars. Es más, ha dado nombres y apellidos para ampliar la cultura musical entre los seguidores de la saga. Para Jaime Altozano, ahí radica la diferencia entre un plagio y una loable intención.

"Salvo que sea una copia flagrante nota a nota, que en ningún caso es lo que hizo John Williams, todos los compositores tienen sus referencias, las llevan en la manga, y se ven", defiende el youtuber. Los Planetas de Holst, El cascanueces de Tchaikovsky, el ciclo Ring de Wagner o la banda sonora de Kings Row de Korngold son algunas de ellas.

En el caso de esta última, "coge las cinco primeras notas y luego su desarrollo es muy superior al de Korngold. Para mí, eso es un guiño. No ha cogido la melodía, ha cogido las primeras notas y a partir de ahí ha construido un universo con otra personalidad", aclara Altozano sobre uno de los ejemplos más criticados.

"No hay tanta música, no hay tantas opciones. Muchas veces es mejor inspirarte en algo que ya existe que hacerlo de forma inconsciente y meter la pata", dice quien se ha pasado horas estudiando, analizando y comparando cada acorde de Williams en Star Wars. Para él, no hay nada que revierta el hecho de que esta banda sonora sea su favorita del maestro, como es también la de generaciones enteras. Algo que, paradójicamente, no comparte su artífice.

Mucho más allá de la sala del cine

John Williams ha dicho muchas veces que la música que compuso para Star Wars no  es "demasiado memorable". Si bien sorprende a sus oyentes, viniendo de alguien que también desarrolla su actividad alejado de las pantallas y de forma mucho más compleja, es un sentimiento bastante normal. Aunque solo sus colegas de profesión puedan entenderlo.

"Es cierto, sus bandas sonoras no son demasiado complejas. Pero esa no es la función de la música de película; la función es ambientar. Williams crea unos leit motivs muy carismáticos, brutales, y los mezcla muy bien. Ese es el trabajo de un gran compositor de bandas sonoras", explica Jaime Altozano.

No hay nada mejor que ver los vídeos de su canal para entender a qué se refiere: el músico mezcla las composiciones de cada personaje y, de una forma muy estudiada, las utiliza de interludio, de "premonición" o de presentación de las tramas. 

"Además, ha sublimado y llevado a su máxima expresión un estilo que ya casi se reconoce por su nombre. Es muy sinfónico y con mucho mickey mousing (cuando la música imita los movimientos de los personajes). Cuando alguien se agacha y el oboe lo imita o cuando Yoda levanta la nave de Luke en el pantano de Dagobah y hay unas cuerdas que emulan el ascenso de la nave", ejemplifica.

"Es un maestro. Tiene el mejor talento para crear músicas carismáticas y pegadizas en el cine. Le vamos a echar de menos en Star Wars por la complejidad que se ha obligado a mantener durante, de momento, ocho películas", concluye Jaime. Una frase que no puede resumir mejor por qué la saga más emblemática del cine no va a volver a ser lo mismo sin su puño y letra en las partituras


Neus Asensi reniega de 'Torrente' y se enfrenta a Santiago Segura en Twitter

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Algunos ven en Torrente una sátira brillante de los peores tópicos del macho ibérico. Para otros, su fama solo habla en contra de una sociedad que se ríe aunque perpetúa esa imagen. Sea como fuere, la saga de películas más famosa de nuestro país cumplió ayer martes dos décadas, y Santiago Segura publicó un tuit para celebrarlas.

"Hoy se cumplen veinte años del estreno de Torrente, mi primer largometraje... No puedo más que agradeceros a todos haber llegado hasta aquí y poder celebrarlo con una nueva película en cartel Sin rodeos. Gracias!", escribió su director y protagonista.

El hilo recibió numerosos retuits, mensajes de afecto e incluso chanzas de algunos antiguos colaboradores de la saga, como Javier Cámara. Pero si hubo alguien que no se sumó a las felicitaciones, esa fue Neus Asensi. La actriz que interpretó a Amparo en tres de las cinco películas difundió su propio "homenaje" por el aniversario de Torrente

No dio nombres, pero tampoco fue necesario. Asensi ha respondido a todas las dudas que ha despertado su mensaje, incluyendo aquellas sobre la diferencia salarial entre ella y otros personajes televisivos como Belén Esteban.

"Y me siguen llamando los medios a mí para hablar de ella!! Si en las 3 pelis de la saga rodé en total 10 días! Que llamen a las presentadoras o a las belenes Esteban, que cobraron MUCHIIISIMO más que yo", ha revelado la actriz. En otras réplicas posteriores, Asensi hace referencia a lo mucho que la encasilló el personaje de la película de cara a otras colaboraciones. 

Según afirma la intérprete, para la promoción de la quinta entrega, Operación Eurovegas, Amiguetes Entertainment le hizo lucir en bikini en el spot del hotel de República Dominicana donde se alojaban para conseguir una rebaja. 

Sin llegarse a pronunciar, Santiago Segura optó directamente por bloquear ayer por la tarde a la actriz. Neus Asensi se hizo eco rápidamente de esta reacción"Ey! Gracias por el bloqueo en Twitter. Nada comparable con tus otros bloqueos. Suerte en la vida "amiguete" y recuerda: el karma existe".

La comedia "empoderada" de Segura

Santiago segura ahora se encuentra tras otra nueva película, Sin rodeos, que se publicita como una comedia "empoderada" y explora temas como la conciliación y el machismo. En una entrevista realizada en El Mundo con motivo del largometraje, el director mencionó que "no es lo mismo ser un sobón que un acosador" y asegura haber echado la vista atrás para "revisar comportamientos".

"Yo veo a una chica guapa en el bus y me llama la atención. Antes me quedaba mirándola. Ahora no lo hago, por si mi mirada la pudiera violentar. Ahora la miraría de reojo si eso", respondía Segura a una de las preguntas. Además, aunque dice simpatizar con el #MeToo, la parte mala, según este, es que "se radicalice".

Santiago Segura, que dio vida a uno de los personajes más machistas nacidos en el cine español, intenta ahora distanciarse de las habituales frases de Torrente para acercarse a un aparente feminismo que, según él, "solo es oportuno, no oportunista". A pesar de ello, la sombra machista parece demasiado larga.

Goodall, la Jane que no necesitó un Tarzán para aprender de los monos

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Esta Jane no necesitó un Tarzán para desenvolverse como nadie por la selva de Tanzania. Allá por 1960, sin formación ni títulos, Jane Goodall fue enviada al Parque Nacional Gombe Stream para estudiar muy de cerca a los chimpancés africanos, sus costumbres y los lazos personales que creaban entre ellos. Tenía 27 años y una idea bastante alejada de lo apasionante que terminarían siendo sus hallazgos y su vida.

Ahora, National Geographic presenta el documental Jane, nominado a los Bafta y preseleccionado en los Globos de Oro y los Oscar, traducido al español. "Cuando me lo ofrecieron, pensé: ¿otro documental sobre mi vida entre chimpancés? Por favor, no", confiesa al comienzo la científica de 83 años. "Pero pronto me di cuenta de que este era especial".

Jane no ahonda tanto en el resultado de sus años de observación, esenciales para derribar algunas creencias indiscutibles en antropología física, sino en sus rutinas de estudio y en la relación con el que más tarde se convertiría en su marido, el fotógrafo Hugo Van Lawik. Las impresionantes imágenes que sirvieron para trazar este mapa pertenecían al archivo de Hugo, que se creyó perdido durante décadas y al final fue recuperado en 2014.

Pero volvamos al principio. ¿Cómo termina una veinteañera sin estudios al frente de una costosa misión científica a orillas del lago Tanganika? Cuando tenía cuatro años, Goodall se pasó horas observando cómo ponía un huevo una gallina. Desde entonces, su entrenada paciencia, amor por los animales y obsesión por el continente africano solo fue in crescendo, hasta tal punto que llegó a considerar la jungla de Gombe su "verdadero hábitat".

Todas estas aptitudes no le pasaron desapercibidas al director del Museo de Historia Natural de Kenia, que la fichó como secretaria y más tarde le confiaría el estudio más importante de su carrera. Louis Leakey tenía la firme convicción de que los humanos le debían más a su herencia simiesca de lo que estaban dispuestos a admitir, algo no muy popular en aquella época. 

Para demostrarlo, envió a tres mujeres que se convertirían en las primatólogas más importantes de nuestra historia: Jane Goodall, Dian Fossey (Gorilas en la niebla) y Biruté Galdikas. Un trío que fue apodado en la prensa como Los ángeles de Leakey

La recompensa del titular machista

Jane Goodall cuenta en Jane que, antes de obtener las primeras pistas, se sucedieron los meses sin un solo avance. Más de uno hubiese tirado la toalla, pero ese no era el estilo de la londinense. Cada día caminaba entre la hojarasca, esquivaba serpientes venenosas y se acomodaba en una colina desde donde observaba a los chimpancés. Si la veían, huían. Si la percibían cerca, actuaban de manera extraña, y eso era justo lo contrario de lo que ella necesitaba.

Cuando los animales se habituaron a su presencia, e incluso se permitían el lujo de saquear su campamento, le dieron también la mejor recompensa. Goodall descubrió que los chimpancés comían carne (hasta entonces se pensaba que eran veganos), que usaban palos para introducirlos en agujeros y atrapar termitas y –lo más importante– que eran incluso capaces de fabricarlos arrancándoles las hojas.

Este último hallazgo la convirtió en un fenómeno mediático, a la vez que despertó la suspicacia de gran parte de la comunidad científica. "Ahora deberemos redefinir las palabras hombre y herramienta, o aceptar a los chimpancés como humanos", le dijo su maestro, el profesor Leakey. Hasta ese momento se pensaba que la fabricación de útiles era un rasgo definitorio de nuestra especie.

Con la fama también llegaron los titulares machistas, que pusieron el foco en esta atractiva joven, rubia y de largas piernas. "Algunos insinuaban que el resultado de mis meses de estudio se debía a la longitud de mis piernas. Era una estupidez, pero yo me aproveché de ello", cuenta Goodall en el documental.

Gracias a que su foto apareció en todos los rotativos ingleses, el estudio recibió la financiación de la National Geographic Society. Con una sola condición: a partir de ese momento, cada paso que diese iba a ser grabado e inmortalizado por el fotógrafo Hugo Van Lawik, colaborador de la organización. 

"Al principio no me gustó la idea. Me había costado mucho tiempo que los chimps se acostumbrasen a mí. Ahora tendrían que hacerlo también a un hombre cargado con un aparato enorme", confiesa con una mirada pícara. La realidad posterior fue muy distinta. Jane y Hugo encajaron tan bien que, cuando hubo acabado su trabajo, él no dudó en confesarle su amor por un telegrama y pedirle matrimonio. 

Su mayor decepción

Aunque gran parte del documental Jane se dedica a la conexión natural entre ella y su primer marido, y en cómo se apañaron para criar a un hijo en plena selva, lo más importante es la relación que surgió con su segunda familia: la de los chimpancés.

Desde el primer momento, debido a su falta de rigor científico y a su amor extremo por esta especie, la etóloga (estudió la carrera después de su primer viaje a Gombe) le puso nombre a cada uno de los ejemplares de su estudio. Su debilidad eran Barba Gris, el macho alfa de la comunidad, y Flo, la hembra más poderosa.

Esta referencia fue clave para introducirse entre ellos y descubrir que son animales extremadamente sociales, que dedican gran parte del día a acicalarse, que forman bandas organizadas para robar o atacar, y que tienen una dependencia maternal muy similar a la de los humanos. De hecho, una de las historias más duras de la cinta la protagoniza Flint, un chimpancé adolescente demasiado apegado a Flo. 

"Esa personificación no fue bien recibida en Cambridge, donde la atribución de emociones e individualidad a los animales no humanos no se consideraba etología, sino antropomorfismo", explican en National Geographic. Pero Goodall, de nuevo, desafió los preceptos y convirtió su técnica en una escuela y su campamento en el Centro de Investigación del Río Gombe (GSRC por sus siglas en inglés).

Pero no todos los descubrimientos de esta época estuvieron marcados por la paz y la prosperidad entre la comunidad simiesca de Gombe y los humanos. Tras la guerra de los Cuatro Años, un periodo violento y oscuro para Jane Goodall, ella también tuvo que replantearse algunas de sus teorías.

"Cuando llegué, pensaba que los chimpancés eran más amables que nosotros. Pero el tiempo me ha demostrado lo contrario. Pueden ser igual de horribles", escribió Jane en uno de sus libros. La científica observó que las luchas entre los machos alfa se saldaban con violencia física y una mezcla de maniobras políticas, y que las hembras podían llegar a matar a los bebés de la comunidad rival.

Nada de esto le hizo perder su pasión por esta especie y parte de su familia. Al revés, le hizo consciente de que los avances cognitivos del ser humano debían ponerse al servicio del resto de habitantes del planeta y no al contrario, como está ocurriendo. Desde entonces, la figura de Jane Goodall se asocia al activismo medioambiental, que ejerce predicando su ejemplo por cada rincón del mundo.

Acompañada siempre de su mono de peluche, con una mirada acuosa y una sonrisa amable, nos recuerda lo destructivos, peligrosos e irracionales que somos, y el legado lamentable que estamos creando para las generaciones venideras. 

El nuevo tráiler de 'Vengadores: Infinity War', lleno de destrucción y caos

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Después de que Marvel avisara en Twitter, las miradas de miles de fanáticos estaban puestas en un evento especial: el que probablemente sea el último tráiler de Vengadores: Infinity War antes de llegar a los cines el próximo 27 de abril. Como prometieron, ya está aquí.

La película, definida como el "enfrentamiento definitivo y más sangriento de todos los tiempos", parece ser el punto final de una lucha iniciada hace diez años y 18 películas contra el villano Thanos, que siempre ha estado moviendo los hilos en la sombra.

De hecho, este adelanto arranca con Gamora, la hijastra de Thanos, quien advierte a a Iron Man del enorme peligro que supone el Titán Loco por disponer de un poder similar al de un Dios. "Tenemos una ventaja, él viene a por nosotros", avisa Stark.

Capitán América, Spiderman, Viuda Negra y otros más recientes, como Black Phanter, formarán una gran coalición para intentar evitar que Thanos y su Orden negra consiga completar el Guantelete del Infinito con las Seis Gemas. De lo contrario, este tendría un poder infinito con el que podría controlar todo el universo. ¿Lograrán detenerle? La respuesta, que muchos esperan, la conoceremos el próximo mes de abril. 

'El insulto': metáfora sobre el odio en Oriente Próximo con masculinidades tóxicas incorporadas

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En el Líbano contemporáneo, un vecino cristiano y un operario palestino discuten por la situación de un desagüe. Después de ser tratado con desprecio, el operario acaba insultando al vecino. Así, se pone en marcha una cadena de acontecimientos, de acciones y reacciones, que remiten a las escaladas de odio en Oriente Próximo. El relato de ese conflicto personal no esconde sus ramificaciones colectivas, no se queda en el terreno de la metáfora: en El insulto, una pelea de barrio se judicializa y acaba convirtiéndose en un problema político de primer orden.

El director y guionista Ziad Doueiri (West Beirut, El atentado) ha explicado que se inspiró en una discusión real. El resultado ha sido interpretado por algunos sectores en clave antipalestina porque dimensiona la matanza de Damour, donde centenares de civiles cristianos murieron a manos de guerrillas musulmanas y unidades de la Organización para la Liberación de Palestina durante la guerra civil libanesa. De pasado familiar cercano a la izquierda árabe y casado con una mujer cristiana, el cineasta afirma que su historia trata de la necesidad de comprensión mutua.

Tony, ese libanés envenenado por una ira mal contenida, es el eje de la acción. Se trata de un hombre orgulloso que escucha discursos xenófobos e insiste en los presuntos privilegios de los refugiados de Palestina, sin reparar en su desplazamiento y en los derechos limitados con que cuentan en su país de acogida. Su posicionamiento puede servir de espejo de ese primer mundo que abomina de la solidaridad con los exiliados y mantiene discursos victimistas.

Poco a poco, el filme va virando hacia el drama judicial que examina la historia nacional. Esta se representa en clave guerracivilista, de divisiones internas y relación con el exilio palestino, sin tomar demasiado en cuenta el papel jugado por Israel.

Oriente Próximo apto para espectadores globalizados

Doueiri es uno de los cineastas más internacionales de su país de origen. Ha trabajado como ayudante de Quentin Tarantino, y como director de series de televisión estadounidenses (Sleeper cell) y francesas (Baron noir). Su trabajo en El insulto es un ejemplo de un cine periférico realizado desde la familiaridad y cercanía hacia las convenciones del cine globalizado.

El público europeo puede sentir ligeros desconciertos ante algunas convenciones sociales y algunos detalles de la conducta de los personajes, o puede requerir de un mayor contexto sobre la convulsa historia del Líbano. Sin embargo, difícilmente sentirá extrañeza ante las formas narrativas y la estética del filme. Su director mantiene las distancias con el cine de género, pero se aleja claramente de la linea austera del primer Abbas Kiarostami (El viento nos llevará) u otros representantes históricos del cine autoral de Oriente Próximo, y ofrece una obra apta para audiencias amplias.

El realizador pretende cabalgar un material arriesgado. Mediante ese Tony desagradable y resentido, hace aflorar la memoria de una matanza sufrida por la población cristiana libanesa, actualmente minoritaria en el país. Y navega aguas turbulentas, puesto que ese intento puede entenderse como una justificación del rechazo xenófobo a los refugiados palestinos.

De alguna manera, Doueiri da por buena una de las tesis de algunos personajes: a pesar del drama humanitario cotidiano que vive su población tanto interna como en el exilio, Palestina no detenta el monopolio del dolor y hay que tratar el sufrimiento de todos los colectivos. Pero la explicitación del substrato excluyente de estos discursos, recalcada por las acciones de un abogado agitador e irresponsable, dificulta que el filme pueda etiquetarse como un cine propagandístico o desaforadamente tendencioso, aunque se dote de más protagonismo (para bien y para mal) a la vivencia cristiana.

Trasfondo de masculinidades tóxicas

El insulto también admite una lectura en clave de género, aunque sus responsables no exploren completamente ese camino. Desde el principio, queda claro que las respectivas esposas de los protagonistas desean que sus maridos hagan gestos de reconciliación para seguir adelante con sus vidas. Aún así, Tony y Yasser tienden a la cerrazón. Su pugna no solo está vinculada a los credos, las clases sociales y las nacionalidades: también hay una lucha de orgullos y unas dificultades para comunicarse que remiten a una masculinidad tradicionalísima. Abundan las escenas de silencio torturado y abatido.

El realizador regala a los personajes una especie de happy end que salva su honra. Se trata de una rara recompensa a su dificultad para ejercer la autocrítica y para empatizar con las heridas emocionales del otro. Con un optimismo insólito, más aun en el convulso escenario del Oriente Próximo, Doueiri viene a sugerirnos que pueden producirse espacios de pseudoentendimiento, en forma de tregua más que de sanación real, desde el laconismo y la comunicación mínima.

La película parece una defensa de la necesidad de construir una memoria histórica inclusiva y sensible con todos los grupos de población. En paralelo, proyecta una gran desconfianza hacia las posibilidades de conseguirla. El pasado reciente es notoriamente desalentador. Y las experiencias de su autor, que ha sufrido censuras, boicots y detenciones, pueden haber reforzado ese fondo de pesimismo.

Doueiri se recrea en el circo mediático y en la agresiva polarización social que generan los debates. Quizá es por ello que escenifica un reconocimiento mutuo silencioso, basado en miradas y gestos casi imperceptibles, individuales, porque es el único final feliz posible y verosímil. Esos pequeños avances en la convivencia, limitados a personas concretas bajo circunstancias especiales, anticipan escenarios de progreso futuro muy limitados. Al parecer, la reconciliación colectiva tendrá que esperar a tiempos mejores todavía por venir.

'Una voz silenciosa', dibujos animados en lengua de signos

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Acoso escolar y discapacidad. Nadie en su sano juicio quiere ver una película que trate esos temas, pero esto es un anime, otra realidad. Una voz silenciosa cuenta la historia de Shoya, un estudiante de instituto que busca comunicarse con Shoko, compañera de primaria, sorda, a la que hace seis años atormentó con burlas y vejaciones. La mofa llegó a ser tan cruel que el resto de la clase llegó a darle la espalda a Shoya, que ahora, arrepentido y camino de la primera madurez, quiere disculparse con Shoko. Para ello deberá encontrar el modo de comunicarse con alguien que no puede oírle.

Una voz silenciosa es un guión escrito por Reiko Yoshida que adapta el popular manga de Yoshitoki Oima y que dirige para la pantalla Naoko Yamada. Son tres presencias femeninas que tal y como están las cosas convierten la cita en una perita en dulce para la cansina demagogia de género, pero el dato es anecdótico porque la película se vale por sí misma. Y porque instrumentalizar el sexo de las tres artistas podría resultar no solo ridículo sino contraproducente en este caso, teniendo en cuenta que nos encontramos ante un largometraje desaforado, tornadizo, sentimental hasta las trancas y melodramático por vicio. ¿Pura tradición femenina? De eso nada.

Las razones del culebrón

Desoigamos todos esos titulares machistas que distinguen películas por estar firmadas por unos u otras. El gusto por el exceso y la embriaguez emocional no atiende a sexos y es característico del anime dramático tan en boga estas últimas temporadas, donde se han dado títulos como la notable Your Name, todavía caliente en nuestra cartelera, o la inminente FireWorks.

Por lo demás, Una voz silenciosa es una película colmada como corresponde a las adaptaciones de mangas de largo recorrido, proyectos de cientos de páginas dibujadas por entregas donde tramas y subtramas culebrean a capricho y se enredan endemoniadas. Esto la hace algo embrollada aunque nos va a ser indiferente, entusiasmados como nos encontraremos por su categoría plástica, y en cualquier caso será una primera impresión que tras el aturdimiento nos dará a ver el plan general que casi siempre motoriza el anime sentimental: una sencilla historia romántica llevada a extremos patológicos.

 'My generation'

Aunque en principio se presenta muy alejada de la noción de cine espectáculo, Una voz silenciosa es puro espectáculo en esa excelencia gráfica que resultará incluso desmesurada para el espectador poco habituado a la línea. Ampulosa en los fondos, cursi en la iluminación, imbatible en el gesto..., es el estilo característico del estudio Kyoto Animation, que se distingue por un interés en argumentos costumbristas susceptibles de ser sofisticados con recursos exclusivos del dibujo animado.

El mayor mérito de Una voz silenciosa, que ya se encontraba en las páginas del manga original y en gran parte explica su enorme éxito, es que está preñada de verdad adolescente. La película no solo explora todas las conductas involucradas, poniendo el eje en un protagonista de conducta reprobable dispuesto a redimirse, sino que se detiene en las razones de su entorno y logra dar una visión de conjunto de las penosas circunstancias que promueven el acoso escolar, lo que, si se tiene mucha prisa, también se puede llamar bullying.

Con sus particularidades, Una voz silenciosa es una cumbre técnica y estética, ineludible para cualquier aficionado al dibujo animado, que además cumple con creces una de las grandes tareas que le pedimos a la ficción: que sublime los problemas reales y nos los devuelva, ya que no resueltos, al menos domados.

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